Está en las profundidades del Mar Negro y corre 350 veces más rápido que el Támesis
Los ríos subterráneos pueden medir miles de kilómetros de largo, varios de ancho y alcanzar profundidades de cientos de metros. En las curvas, el agua gira en sentido contrario a la que lo hacen los ríos en la tierra. Casi todos los que existen tienen poca actividad o ninguna. El del Mar Negro es el único activo.
En este caso se trata de un río subterráneo al que, por primera vez, los científicos pudieron acceder, gracias a un submarino autónomo que tiene la capacidad de recolectar información física, química, biológica y geofísica de este desconocido lugar del planeta.
Si bien la existencia de estos ríos se conoce desde tiempos bizantinos —los antiguos navegantes solían lanzar pesos a las profundidades para poder impulsar sus embarcaciones cuando el viento escaseaba— nunca antes se había logrado obtener información sobre cómo se formaron o sobre su funcionamiento.
Esta información, dicen los investigadores, resulta clave para comprender el medio ambiente en que vivimos, los cambios que sufrió en el pasado, así como para explicar cómo es posible que sobrevivan algunas formas de vida en el fondo del mar.
Al contrario que en tierra
En la desembocadura de los grandes ríos del mundo, como por ejemplo en la del Mississippi o el Amazonas, existen canales subterráneos que se internan en el océano y que tienen un ancho de varios kilómetros, más de 100 metros de profundidad y avanzan por miles de kilómetros.
«Lo que estamos tratando de entender es cómo estos ríos subterráneos difieren de los ríos en tierra», le dice a BBC Mundo Daniel Parsons, investigador de la Universidad de Leeds, en el Reino Unido, a cargo del equipo internacional de científicos que está trabajando en el tema.
«Como se trata de un río, los científicos asumían que su funcionamiento sería similar al de un río en tierra, pero una de las diferencias clave que hallamos es que cuando la corriente de agua se topa con una desviación —debido a la forma del canal— forma un remolino en sentido opuesto al que lo haría en la superficie», explica Parsons.
«Esto se debe a que el flujo de estas corrientes está relacionado con la densidad y no con la pendiente del terreno u otros factores», añade.
Según el investigador, esto es importante porque «los patrones de la corriente son los que mueven los sedimentos, entonces, en este caso, tendríamos depósitos sedimentarios muy diferentes a los de la tierra».
En los nutrientes está la clave
La gran ventaja que ofrece el Mar Negro es que el canal subterráneo está activo desde hace al menos 8.000 años, por la elevación del nivel del mar, algo que no ocurre con los otros sistemas cuya actividad fue mayor durante la era glacial, cuando el nivel del océano era inferior.
Esto convierte al Mar Negro en una suerte de laboratorio viviente que les permite a los científicos recoger información valiosa de un sistema en funcionamiento pleno.
«Aún sabemos muy poco sobre estos canales, es más», dicen los investigadores, «tenemos más información sobre la superficie marciana que sobre estos sistemas subterráneos».
Como los sedimentos que corren por los canales se depositan en capas en el lecho marino, formando uno de los depósitos sedimentarios más grandes de la Tierra, conservan dentro de sí registros cruciales sobre cambios climáticos, terremotos importantes y levantamientos de placas tectónicas, además de conformar uno de los mayores reservorios de hidrocarburos.
«Por otro lado, estos canales transportan nutrientes, carbono y oxígeno hacia la profundidad del océano y por ende podrían generar condiciones para que haya vida en esas regiones», le dice Parsons a la BBC.
Sin embargo, todavía no hay información suficiente para determinar si esto sólo puede explicar cómo pueden vivir algunos organismos marinos en ambientes tan hostiles como los abismos marinos.
Fuente: BBC Mundo. Aportado por Eduardo J. Carletti
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