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Fallas y fosas tectónicas en Marte

Geografía de Marte

Fallas y fosas tectónicas en Marte

11 enero 2015

Aunque Marte sea un planeta muy diferente al nuestro, su geología nos puede resultar sorprendentemente familiar. Esta imagen de la sonda europea Mars Express muestra una región del Planeta Rojo repleta de acantilados, fosas, fallas, mesetas y volcanes.

Las grietas y las fallas que surcan esta imagen forman parte de Claritas Rupes, una red de escarpados acantilados y desniveles de 950 kilómetros de longitud. Esta escarpadura pertenece al sistema geológico de Claritas Fossae, una serpenteante red de fosas tectónicas o ‘grabens’ que se extiende más de 2.000 kilómetros.

Se piensa que las fallas, fracturas y grietas de esta región se formaron por las tensiones acumuladas en la corteza del planeta tras la formación del cercano Abultamiento de Tharsis.

Este abultamiento, ubicado en la región volcánica de Tharsis, alcanza una altura de 10 kilómetros en su punto más elevado. Su violenta formación provocó que partes de la corteza marciana se agrietasen y desplazasen, dando lugar a un característico patrón de fosas tectónicas y de bloques elevados conocidos como ‘horsts’. Estas formaciones aparecen juntas siguiendo un perfil en ‘M’, en la que la fosa forma el valle central y los horsts los dos picos laterales.

En la Tierra se pueden encontrar patrones similares en el Valle del Rin Superior, entre Basilea (Suiza) y Karlsruhe (Alemania), o en el Graben del Eger en la República Checa, cerca de las montañas de Ore.

Las fosas tectónicas más famosas de nuestro planeta son el Valle de la Muerte en California y el Mar Muerto en el valle del río Jordán, y los mejores ejemplos de horsts podrían ser el macizo de los Vosgos en Francia o los Altos del Golán.

Claritas Rupes forma el límite oriental de la región de Tharsis, en la que se encuentran algunos de los mayores volcanes de nuestro Sistema Solar, entre los que destaca el famoso Olympus Mons, que alcanza una altura tres veces superior a la de nuestro Monte Everest.

 

 

Esta imagen fue tomada por la Cámara Estéreo de Alta Resolución de Mars Express el día 30 de noviembre de 2013, y tiene una resolución de 14 metros por píxel. Esta fotografía fue publicada por primera vez el 13 de febrero de 2014 en las páginas del Centro Aeroespacial Alemán DLR y de la Universidad Libre de Berlín.

Fuente: ESA. Aportado por Eduardo J. Carletti

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Encuentran ocho nuevos planetas en la zona "Ricitos de Oro" de sus estrellas

Anuncian el hallazgo de ocho nuevos planetas fuera del Sistema Solar que están a una distancia de su estrella que teóricamente les permitiría tener agua líquida. Dos de ellos, aseguran, son los más parecidos al nuestro descubiertos hasta ahora

La búsqueda de planetas parecidos a la Tierra fuera de nuestro Sistema Solar se estrecha. Un equipo de científicos acaba de descubrir ocho nuevos mundos que están situados a una distancia de su estrella que, teóricamente, les permitiría albergar agua líquida (es decir, se encuentran en la llamada zona habitable de su estrella).

De esos ocho, dos son especiales porque, según anunciaron ayer durante un congreso que celebra en Seattle la Sociedad Astronómica Americana (American Astronomical Society), son los más parecidos a la Tierra de los exoplanetas encontrados hasta ahora (Kepler-186f y Kepler-62f eran considerados hasta ahora los más parecidos). El estudio será publicado próximamente en The Astrophysical Journal, según señala a este diario Guillermo Torres, autor principal.

En los dos nuevos mundos descubiertos, bautizados como Kepler-438b y Kepler-442b, orbitan estrellas enanas rojas, que son más pequeñas y más frías que nuestro sol. El primero tarda en dar una vuelta a su estrella 35 días, mientras que el segundo la completa cada 112 días.

Por lo que respecta a sus dimensiones, el diámetro de Kepler-438b es sólo un 12% más grande que el de la Tierra, y según los cálculos de los científicos del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian (Cfa), hay un 70% de posibilidades de que se trate de un planeta rocoso, como el nuestro. Por lo que respecta a Kepler-442b, es un tercio más grande que la Tierra y, en su caso, hay un 60% de posibilidades de que sea rocoso.

«No sabemos con seguridad si alguno de estos planetas realmente es habitable. Todo lo que podemos decir es que son candidatos prometedores», ha declarado David Kipping, investigador del Cfa y coautor de este trabajo, que ha sido realizado a partir de los objetos celestes detectados por el telescopio Kepler de la NASA.

Todos los candidatos a planetas que estudiaron eran demasiado pequeños para estimar su masa, por lo que utilizaron el programa informático BLENDER, desarrollado por Guillermo Torres y su colega François Fressin, para determinar la probabilidad de que fueran planetas desde un punto de vista estadístico.

La distancia a su estrella

Para que se considere que un planeta está en la zona habitable de su estrella, debe recibir más o menos la misma luz que el Sol. Si le llega mucho más o mucho menos, ésta se evaporaría o se congelaría. Kepler-438b recibe un 40% más y Kepler-442b dos tercios más que el nuestro.

En cualquier caso, se trata de dos mundos muy lejanos que sólo pueden ser estudiados desde la distancia. Kepler-438b está a 470 años-luz de la Tierra y Kepler-442b a 1.100 años-luz. «No es posible tecnológicamente llegar a planetas fuera del Sistema Solar debido a las enormes distancias que hay. Para ir a Plutón, que está en nuestro sistema, hacen falta años sólo para el viaje de ida. El objeto creado por el hombre que más lejos ha llegado es la sonda Voyager y, tras casi 40 años viajando, ha salido recientemente del Sistema Solar», explica Guillermo Torres.

Así que, a falta en la vida real de atajos cósmicos, como el agujero de gusano que en la película Interstellar permite a los astronautas viajar a exoplanetas, los científicos ven imposible enviar una nave robótica para explorar estos mundos lejanos.

 

 

LA ‘RECETA’ DE NUESTRO PLANETA

Se mezcla abundante oxígeno y hierro. Se añade una cantidad generosa de magnesio y silicio y, en dosis más pequeñas, aluminio, níquel, calcio y azufre. Se incorpora agua procedente de asteroides y tras darle forma de esfera, se cocina durante millones de años. Son algunos de los ingredientes de la receta para tener un planeta como la Tierra propuesta por un equipo de científicos, que investiga las características que se deberían buscar para encontrar mundos como el nuestro fuera del Sistema Solar. Para ello han comparado exoplanetas de distintos tamaños.

Su investigación ha sido presentada esta semana durante el congreso que la American Astronomical Society celebra del 4 al 8 de enero en Seattle (EEUU). Un encuentro que está poniendo de manifiesto los rápidos avances que se están dando en la búsqueda de nuevos planetas. «Nuestro Sistema Solar no es tan único como habíamos pensado. Parece que los exoplanetas rocosos usan los mismos ingredientes básicos», ha explicado Courtney Dressing, investigadora del Centro de Astrofísica Smithsonian y autora principal de este estudio. Para llevarlo a cabo usaron el instrumento HARPS del Telescopio Nazionale Galileo de 3,6 metros de la isla canaria de La Palma, diseñado para medir la masa de planetas pequeños y poder determinar la densidad y, a través de ella, su composición.

«Para encontrar un planeta que realmente sea como la Tierra, deberíamos centrarnos en los objetos que tengan menos de 1,6 veces el tamaño de la Tierra, porque esos son los mundos rocosos», recomienda.

Fuente: El Mundo. Aportado por Eduardo J. Carletti

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Meteorito de la Antártida revela atmósferas primitivas con agua y oxígeno en el Sistema Solar

«Ahora tenemos una visión mucho más profunda y específica del sistema más antiguo de agua y oxígeno en el Sistema Solar», dijo Mark Thiemens, profesor de química en la Universidad de California en San Diego. «La pregunta que queda es ¿cuándo obtuvieron agua los planetas, la Tierra y Marte, y en el caso de Marte, a dónde se fue? Hemos hecho grandes progresos, pero aún quedan misterios profundos.»

Un nuevo análisis hecho este mes sobre una roca marciana que recogieron los cazadores de meteoritos de un campo de hielo de la Antártida hace 30 años revela un registro del clima de ese planeta hace miles de millones de años atrás, en la época en que es probable que el agua probablemente corría por su superficie y si alguna vez se formó vida, allí podría tener surgido.

Científicos de la Universidad de California en San Diego, la NASA y el Instituto Smithsoniano reportan mediciones detalladas de los minerales en el meteorito en la edición en línea avanzada de Proceedings of the National Academy of Sciences (Actas de la Academia Nacional de Ciencias) de esta semana.

«Los minerales en el meteorito mantienen una instantánea de la antigua química del planeta, de las interacciones entre el agua y la atmósfera», dijo Robina Shaheen, una científica del proyecto en la Universidad de California San Diego y autor principal del informe.

La poco atractiva piedra, que cayó a la Tierra hace 13.000 años, se parece mucho a una papa (patata) y tiene toda una historia. Designada ALH-84001, es el meteorito más antiguo que tenemos de Marte, un trozo de magma solidificado de un volcán que hizo erupción hace cuatro mill millones de años. Luego de eso algo de líquido, probablemente agua, se filtró a través de los poros en la roca y depositó glóbulos de carbonatos y otros minerales.

La imagen de arriba es del Olympus Mons en Marte, el volcán y la montaña más alta que conocemos en nuestro Sistema Solar. ¿Podría haber sido el origen de ALH-84001? El bloque central de este volcán en escudo se encuentra a 27 kilómetros de altura sobre la superficie —o tres veces la altura del monte Everest sobre el nivel del mar y 2,6 veces la altura del volcán Mauna Kea por encima de su base—. Tiene 550 km de ancho, flanqueada por acantilados, y cuenta con una compleja caldera que tiene 85 km de largo, 60 kilómetros de ancho, y hasta 3 km de profundidad, con seis cráteres superpuestos.

Los carbonatos varían sutilmente, dependiendo del origen de sus átomos de carbono y oxígeno. Tanto el carbono como el oxígeno se producen en versiones más pesadas y más ligeras, o isótopos. Las abundancias relativas de isótopos forman una marca distintiva química que se puede descubrir con un análisis cuidadoso y delicadas mediciones.

La atmósfera de Marte es principalmente de dióxido de carbono, pero contiene algo de ozono. El balance de los isótopos de oxígeno en el ozono son sorprendentemente extraños, con un enriquecimiento de isótopos pesados por un fenómeno físico-químico descrito por primera vez por el coautor Thiemens, y sus colegas, hace 25 años.

«Cuando el ozono reacciona con el dióxido de carbono en la atmósfera, se transfiere su rareza isotópica a la nueva molécula», dijo Shaheen, que investigó este proceso de intercambio de isótopos de oxígeno como estudiante de posgrado en la Universidad de Heidelberg en Alemania. Cuando el dióxido de carbono reacciona con agua para formar carbonatos, la marca isotópica distintiva continúa preservada.

El grado de rareza isotópica de los carbonatos refleja cuánta agua y ozono estuvieron presentes cuando se formaron. Es un registro del clima hace 3.900 millones años, encerrado en un mineral estable. Cuanto más cantidad de agua, menor indicación del raro ozono.

Este equipo midió una pronunciada indicación de ozono en los carbonatos del meteorito, lo que sugiere que a pesar de que Marte tuvo agua en ese entonces, es poco probable que fuesen vastos océanos. En cambio, el paisaje marciano primitivo tuvo, probablemente, mares más pequeños.

«Lo que también es nuevo son nuestras mediciones simultáneas de isótopos de carbono en las mismas muestras. La mezcla de isótopos de carbono indican que los diferentes minerales en el meteorito tuvieron orígenes diferentes», dice Shaheen. «Ellos nos cuentan sobre la historia de las composiciones químicas e isotópicas del dióxido de carbono en la atmósfera.»

ALH-84001 posee diminutos tubos de carbonato que algunos científicos vieron como posibles pruebas de vida microbiana, aunque se ha descartado un origen biológico de las estructuras. El 16 de diciembre, la NASA anunció otro potencial rastro de vida en Marte en forma de metano que percibió el rover Curiosity.

Los carbonatos pueden ser depositados por entidades vivas que los recogen de los minerales para construir sus esqueletos, pero este no es el caso de los minerales medidos por este equipo. «El carbonato que vemos no es de los seres vivos», dijo Shaheen. «Tiene isótopos de oxígeno anómalos que nos dicen que esto es carbonato abiótico.»

 

 

Al medir los isótopos de múltiples maneras, los químicos encontraron carbonatos empobrecidos en carbono-13 y enriquecidos en oxígeno-18. Es decir, la atmósfera de Marte en esta época, un período de gran bombardeo, tuvo mucho menos carbono-13 que en la actualidad.

El cambio en la abundancia relativa de los isótopos de carbono y oxígeno puede haber ocurrido por una gran pérdida de atmósfera marciana. Es probable que habría sido necesaria una atmósfera más densa para que el agua líquida fluyera en la superficie helada del planeta.

Fuente: The Daily Galaxy. Aportado por Eduardo J. Carletti

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