La vida no sólo sobrevive sino que prospera en los lagos de Australia, donde las condiciones pueden ser tan duras como las del Marte antiguo, sugiere el análisis de ADN
Los minerales en Marte estudiados por los vehículos robot de la NASA sugieren que el agua fluía sobre la superficie del planeta, pero era muy salada y ácida, generando dudas sobre si podría haber albergado vida.
Pero en el 2007, Melanie Mormile de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Missouri en Rolla y sus colegas cultivaron una bacteria proveniente del agua que se tomó de muestra en uno de los varios lagos salados y ácidos de Australia Occidental.
Los lagos son muy superficiales y periódicamente se llenan de agua de lluvia antes de evaporarse en parte, lo que concentra las sales dentro de ellos. Pueden ser el equivalente más cercano en la Tierra de las piscinas de poca profundidad que se cree que una vez hubo en Marte.
Los minerales en los lagos también contienen extrañas estructuras microscópicas denominadas «burbujas peludas», que los investigadores han sugerido que son microbios fosilizados.
Un equipo dirigido por Mormile ahora ha encontrado decenas de especies más mediante el análisis del ADN extraído del agua y los sedimentos en 11 de los lagos.
Piscina de vinagre
El lago más ácido tiene un pH igual al del vinagre, sin embargo contiene evidencias del ADN de 23 especies de microbios, la mayoría de los cuales parecen ser nuevos para la ciencia. «Hay realmente un gran diversidad de vida en estos lagos», le dijo Mormile a New Scientist.
Es probable que los microbios no sólo hayan caído a los lagos, sino que viven y prosperan allí; algunos parecen ser parientes de Salinibacter ruber, que se sabe que medra en otros entornos con mucha sal.
Los investigadores dicen que los resultados refuerzan la posibilidad de que haya podido existir vida en los lagos salados y ácidos presentes en Marte en el pasado remoto.
Pero los investigadores todavía no saben qué hace que los microbios del lago de Australia tengan esa capacidad para sobrevivir a las duras condiciones. «Sería muy interesante observar los mecanismos que les permiten hacer eso», dice Mormile.
Referencia de publicación: Astrobiology (DOI: 10.1089/ast.2008.0293)
Fuente: New Scientist. Aportado por Eduardo J. Carletti
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