Un nuevo estudio descubre que nuestra piel es el hogar de una variedad microbiana mucho más amplia de lo que se pensaba con anterioridad
Las bacterias llevan miles de millones de años sobre la Tierra y ocupan todos los ecosistemas. Ya llevaban miles de millones de años antes de que surgiéramos nosotros. Hay más bacterias que cualquier otro ser vivo en el planeta. Se estima que hay en torno a 40 millones de células bacterianas en un gramo de tierra y un millón de células bacterianas en un mililitro de agua dulce. Se calcula que hay aproximadamente 5×1030 bacterias en el mundo. Un 90% de las especies no han sido descritas aún. Al nacer nos colonizan, y generalmente convivimos con ellas en coexistencia pacífica. Otras veces nos atacan provocándonos enfermedades. En nuestro cuerpo hay más bacterias que células somáticas: 1000 billones frente a 100 billones, repartidas en miles de especies, incluso arqueas. Es decir, en una proporción de 10 a 1. Esto es posible porque son muy pequeñas. Sólo en nuestro sistema digestivo hay más bacterias que seres humanos en la Tierra. La mayoría de nuestras bacterias corporales viven en precisamente ahí, muchas de ellas metanógenas, pero también las tenemos otras sobre nuestra piel.
La salud de nuestra piel depende de un delicado balance entre nuestras propias células y las bacterias que viven en ella. Para entender mejor este equilibrio científicos del NIH norteamericano han explorado la fauna microbiana de nuestra piel. Para ello han analizado los genomas de los microorganismos que componen esa microfauna. Sus resultados, que se han publicado en Science, revelan que nuestra piel es el hogar de una variedad microbiana mucho más amplia de lo que se pensaba con anterioridad.
Hasta ahora nadie había comparado sistemáticamente las colonias bacterianas de distintas áreas de la piel humana.
Además el estudio muestra que, al menos para la gente sana, la diversidad microbiana depende del lugar del cuerpo en que nos fijemos. Así por ejemplo, las bacterias que viven bajo el brazo son menos variadas que las que viven en el antebrazo entre distintas personas.
Los autores dicen que su trabajo puede ser importante para aquellos que trabajen en un mejor entendimiento de las enfermedades de la piel. Los datos obtenidos por este estudio son de dominio público y accesibles a todos los científicos del mundo. Estos investigadores esperan que todo esto sirva para encontrar mejores tratamiento para el eczema, soriasis, acné, infecciones y otras enfermedades que afectan la piel.
Gracias a las técnicas genéticas y a los análisis computacionales estos investigadores han podido reconocer una mayor diversidad microbiana que con los métodos tradicionales. Para el estudio se utilizaron 10 voluntarios a los que se analizó 20 lugares distintos de su piel, en especial aquellas localizaciones propensas a sufrir desordenes dermatológicos. Se les pidió que se lavaran con un jabón suave durante una semana y se les tomó las muestras 24 horas después de su última ducha o baño.
El estudio se hizo tanto en ADN como en ARN ribosómico identificando más de 112.000 secuencias genéticas correspondientes a 19 filos repartidos en 205 géneros En total hallaron unas 1000 especies distintas en cada individuo, una variedad mucho mayor que lo esperado. En estudios previos sólo se habían identificado diez especies distintas, principalmente por lo difícil que es su cultivo en el laboratorio.
Los investigadores encontraron una considerable variación en el número de especies bacterianas según el lugar. La mayor diversidad bacteriana fue encontrada en antebrazo con 44 especies en promedio y la menor detrás de las orejas con 19 en promedio.
La información generada puede ser útil en medicina. Un ejemplo puede ser la bacteria Staphylococcus aureus que causa infecciones graves. Se sabe que esta bacteria coloniza el interior de la nariz de mucha gente, pero no se sabía cómo era su presencia en el resto de la piel. Ahora han descubierto que la grasa del exterior de la nariz es el sitio en donde este tipo de comunidad es más similar al de dentro de la nariz.
Los investigadores analizaron áreas de piel seca, húmeda y grasa. Encontraron que tanto las áreas secas y como las húmedas tenían mayor diversidad que las áreas grasas que contenían mezclas más uniformes de microbios.
Para ver los cambios en las comunidades a lo largo del tiempo los investigadores recolectaron muestras dos veces con una separación de seis meses entre ambas. Apreciaron pocos cambios, pero esto dependía del sitio de la piel analizado. La mayor estabilidad se encontró en el interior de la nariz y la oreja. Por el contrario la menor estabilidad microbiana se halló detrás de las rodillas.
El próximo paso debe ser investigar la relación entre estos ecosistemas microbianos y enfermedades como el eczema y la soriasis.
Recordemos que la mayoría de estas bacterias son beneficiosas para nuestra piel y a veces impiden la proliferación de otras bacterias y microorganismos infecciosos. Esto no es una invitación a la guarrería, las bacterias beneficiosas viven el los conductos grasos de nuestra piel o en la base del cabello o vellos corporales, una higiene normal no elimina estas bacterias y si las perjudiciales.
El NIH ha lanzado recientemente su proyecto de microbiología humana para descubrir qué comunidades microbianas hay en las diferentes partes del cuerpo humano y ver cómo estas comunidades cambian cuando se presenta la enfermedad. Además de la piel explorarán el tracto digestivo, la boca y la vagina.
Fuente: Neofronteras. Aportado por Eduardo J. Carletti
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