Manantiales extraordinariamente raros del ártico, a más altura que el resto del mundo, podrían servir como nuestra pequeña versión terrestre de la luna Europa, ayudando a los científicos a ver qué tipo de vida podrían encontrarse en la misteriosa luna joviana
Europa está cubierta con materiales ricos en azufre que se concentran a lo largo de grietas y riscos en su superficie helada. Estos materiales podrían contener las únicas pistas que tenemos en la actualidad sobre la composición de su oceános subterráneos. Estos compuestos en el hielo podrían incluso contener material orgánico que migró hacia arriba desde el mar que está debajo.
“La capa de agua líquida de Europa contiene el doble del volumen de todos los océanos de la Tierra juntos, un enorme entorno potencialmente habitable, no miles de millones de años en el pasado sino en el presente”, dice la astrobiológa Damhnait Gleeson del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA. “La composición del océano controla directamente nuestra visión de la habitabilidad del entorno, nuestra comprensión de si la vida microbiana podría sobrevivir allí y, si es así, qué rutas metabólicas o gradientes geoquímicos podrían utilizar para obtener energía”.
Los espectrómetros de la sonda Galileo capturaron señales del infrarrojo cercano procedentes de Europa, una “huella espectral” que podría ayudar a identificar qué son esas sustancias, igual que una mezcla de colores podría ayudar a identificar un cuadro. No obstante, hasta el momento continúa sin definir qué mezcla exacta de compuestos encaja con esta huella.
Para ayudar a identificar los misteriosos componentes de Europa, Gleeson y sus colegas investigaron potenciales gemelos en la Tierra. Las combinaciones de manantiales ricos en azufre y hielo glacial son muy raros en la Tierra, pero los investigadores encontraron uno en la Isla Ellesmere en el Alto Ártico Canadiense, donde los manantiales del Borup Fiord Pass tiñen de amarillo el glaciar que los rodea con azufre, yeso y calcita.
“Estábamos bastante limitados cuando buscábamos posibles análogos terrestres de algo similar a Europa, debido a que los ambientes son muy diferentes, pero el lugar que hallamos es probablemente lo más parecido que se pueda encontrar”, dijo el geólogo Ed Cloutis de la Universidad de Winnipeg, que investiga análogos de Marte.
En una expedición de dos semanas al lugar en el verano boreal del 2006, los investigadores analizaron muestras de estos manantiales a temperaturas cercanas a la congelación con espectrómetros portátiles, llegando hasta el valle en un pequeño avión y siendo ubicados en el campamento por un helicóptero.
“Los primeros tres días llovió sin parar, pero después de eso el cielo se aclaró bastante —para nuestro alivio— y pude llevar mi espectrómetro al glaciar”, recuerda Gleeson. “No estoy segura de cuánto pesaba el espectrómetro en mi espalda —unos 34 kilos— pero todo lo que sé es que cuando perdía el equilibrio al hundirme en la nieve con él, era imposible levantarme. Sin embargo, para el resto fue un entretenimiento observarme”.
Los científicos no sólo examinaron muestras en el terreno, también investigaron el aspecto de estos materiales a distintas escalas, desde datos orbitales tomados remotamente al análisis fino de laboratorio. Las propiedades espectrales del hielo glacial resultaron similares a las de los materiales observados en Europa.
“Estos resultados son los primeros datos sobre la detección de minerales de azufre sobre hielo en un sitio terrestre”, dice Gleeson. “Esta nueva onformación mejora nuestra habilidad para identificar correctamente estos minerales en otras ubicaciones”.
Constituyentes menores del hielo glacial observados en el análisis de laboratorio, como el yeso y la calcita, fueron detectados parcialmente o pasados por alto en los datos satelitales, y esta situación debe tenerse en cuenta cuando se interpreta el espectro recogido durante las misiones planetarias, dice Gleeson.
“La tecnología que se desarrolla para futuras misiones podría ser beneficiada por las pruebas de campo hechas en este entorno relevante con Europa”, señala.
Esta región ártica no es un análogo perfecto de la luna Europa: las temperaturas son mucho mayores, la radiación mucho menor y el oxígeno está por todas partes, influyendo en la química. Recolectar el espectro de los materiales árticos bajo temperaturas mucho menores podría hacer que fuera un análogo de Europa más útil, señala Gleeson, mientras que someterlos a radiación podría determinar si ellos precursores plausibles de los materiales que no son el hielo en Europa.
Cualquier misión para determinar la habitabilidad potencial de Europa requiere una nave que pueda funcionar independiente de la Tierra, dadas las distancias implicadas, y elegir los lugares ideales de la superficie a explorar. Si hay vida en Europa, este lugar del ártico podría aportar pistas vitales para enfocar los limitados recursos que tendría una sonda allí.
“Podemos dar una mirada para ver si hay una biología, y qué tipo puede sobrevivir en esa isla, que es uno de los entornos más hostiles”, dijo Cloutis, que no ha sido parte en este estudio. “Al ver cómo sobreviven y cómo interactúa la biología con la geología tendremos pistas sobre qué hay que buscar en Europa”.
Los hallazgos de la expedición al Fiordo Borup Pass se detallan on-line en el ejemplar del 6 de marzo de la revista Remote Sensing of Environment.
Fuente: Space. Aportado por Eduardo J. Carletti
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