El impacto generó una nube de residuos de tamaño algo menor al de la Tierra. La caída de cuerpos sobre Júpiter es más frecuente de lo que se pensaba
El Grupo de Ciencias Planetarias de la UPV/EHU, dirigido por el profesor Agustín Sánchez Lavega, ha publicado los primeros resultados de las investigaciones sobre uno de los acontecimientos recientes que más interés ha despertado en la astronomía mundial: el impacto de un astro de grandes dimensiones en el planeta Júpiter el pasado mes de julio.
El trabajo de Sánchez Lavega se ha publicado en la revista Astrophysical Journal Letters.
Fue un astrónomo aficionado australiano quien, el pasado 19 de julio, descubrió la presencia de una mancha negra de grandes dimensiones cerca de la región polar del planeta Júpiter, el mayor del Sistema Solar.
El impacto ocurrió apenas unas 3 ó 4 horas antes de la detección de la mancha, en el lado oscuro (es decir, de noche) de Júpiter, por lo que no pudo ser observado directamente, y en una latitud muy alta, cerca del Polo Sur del planeta. La trayectoria fue opuesta a la que siguieron los fragmentos del cometa Shoemaker-Levy 9, que impactó con Júpiter justo 15 años antes, en julio de 1994.
Alertados los grandes observatorios del mundo, confirmaron en pocas horas que la mancha era el residuo de cenizas dejado tras el impacto de un cometa o asteroide. Inmediatamente los principales observatorios del mundo comenzaron el análisis del fenómeno, incluyendo entre otros el telescopio espacial Hubble.
Una nube de residuos de tamaño algo menor que la Tierra
Según los análisis, la mancha principal, una nube muy negra formada por los residuos del impacto, alcanzó un tamaño de unos 5.000 Km. en la atmósfera de Júpiter, si bien estaba rodeada por un halo producido por la caída del material expulsado de la atmósfera de hasta 8.000 Km., algo menor que el tamaño de la Tierra (aproximadamente 12.700 km).
Se desconoce si la densa nube de partículas muy finas (apenas una milésima de milímetro) pero muy negras, fue producto de los residuos del objeto o bien fueron producidas por las enormes temperaturas generadas en la atmósfera de Júpiter por el impacto.
En los días siguientes, las cenizas fueron arrastradas por los vientos de Júpiter —que son suaves en estas latitudes— de manera análoga a las del volcán islandés actualmente en actividad. Existen dudas sobre si el astro que impactó en la superficie de Júpiter fue un cometa o un asteroide. Suponiendo que su naturaleza fuese cometaria —es decir, formado fundamentalmente por hielo—, el tamaño del bólido habría rondado los 500 metros.
Este segundo impacto detectado con claridad en Júpiter indica que, probablemente, la caída de objetos de tamaños de 0,5 a 1 kilómetros sobre el planeta es más frecuente de lo que se pensaba: hasta ahora se estimaba en un impacto cada 50 a 250 años como promedio, pero con los nuevos datos puede resultar que acontecimientos como éste podrían ocurrir cada 10 o 15 años.
Si este objeto hubiese impactado con nuestro planeta hubiera producido un enorme cataclismo. Afortunadamente, cerca nuestro hay pocos objetos de este tamaño, y en cierto sentido Júpiter es un ‘paraguas protector’, ya que con su enorme gravedad atrae fuertemente hacia si los objetos errantes del sistema solar que pasan por sus proximidades.
Fuente: El Mundo. Aportado por Eduardo J. Carletti
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