Archivo de la etiqueta: Agujeros negros

De una estrella en colapso se podrían formar dos agujeros negros, que luego se funden

El lento proceso de acreción no puede explicar el enigma de la existencia de agujeros negros supermasivos en el universo temprano; agujeros negros que se formaron a menos de mil millones de años después del Big Bang. Un estudio de simulación indica que estrellas supergigantes que nacieron al inicio de nuestro universo habrían colapsado de una extraña manera

Existe una variedad de tamaños de agujeros negros, objetos masivos en el espacio con fuerzas gravitacionales tan fuertes que ni siquiera la luz puede escapar de ellos. En el extremo más pequeño de la escala están los agujeros negros de masa estelar que se forman durante la muerte de las estrellas. En el extremo de mayor tamaño están los agujeros negros supermasivos, con masas de hasta mil millones de veces la de nuestro Sol. Durante miles de millones de años, los pequeños agujeros negros pueden crecer lentamente hasta la variedad supermasiva tomando la masa de su entorno y también por la fusión con otros agujeros negros. Pero este lento proceso no puede explicar el enigma de la existencia de agujeros negros supermasivos en el universo temprano; agujeros negros que se formaron a menos de mil millones de años después del Big Bang.

Ahora los nuevos descubrimientos realizados por investigadores del Institute of Technology (Caltech) de California pueden ayudar a probar un modelo que resuelve este problema.

Ciertos modelos de crecimiento de agujeros negros supermasivos se basan en la presencia de agujeros negros «semilla» que resultaron de la muerte de estrellas muy tempranas. Estos agujeros negros semillas ganan masa y aumentan de tamaño recogiendo los materiales a su alrededor —un proceso conocido como acreción— o mediante la fusión con otros agujeros negros. «Pero en estos modelos anteriores simplemente no había tiempo suficiente para que ningún agujero negro supermasivo alcanzase su escala tan pronto luego del nacimiento del universo», dice Christian Reisswig, con un postdoctorado en Astrofísica en Caltech y autor principal del estudio. «El crecimiento de los agujeros negros supermasivos en las escalas del universo joven sólo parece posible si la masa ‘semilla’ del objeto colapsado ya era lo suficientemente grande», dice.

Para investigar los orígenes de los agujeros negros supermasivos jóvenes, Reisswig, en colaboración con Christian Ott, profesor adjunto de astrofísica teórica, y sus colegas, se orientó a un modelo con la participación de estrellas supermasivas. Estas muy exóticas gigantes estrellas, según las hipótesis, habrían existido por un breve tiempo en el universo temprano. A diferencia de las estrellas ordinarias, las estrellas supermasivas se estabilizan mayormente enfrentando la gravedad por su propia radiación de fotones. En una estrella muy masiva, la radiación de fotones —el flujo hacia el exterior de los fotones que se genera debido a que la estrella tiene muy altas temperaturas interiores— empuja el gas de la estrella hacia el exterior en oposición a la fuerza de la gravedad, que tira del gas de regreso hacia el interior. Cuando los dos fuerzas son iguales, este equilibrio se llama equilibrio hidrostático.

Durante su vida, una estrella supermasiva se enfría lentamente debido a la pérdida de energía causada por la emisión de radiación de fotones. A medida que la estrella se enfría, se vuelve más compacta y su densidad central aumenta lentamente. Este proceso dura un par de millones de años hasta que la estrella alcanza compacidad suficiente para que la inestabilidad gravitacional se establezca y para que la estrella inicie el colapso gravitacional, dice Reisswig.

Estudios anteriores predijeron que cuando colapsan las estrellas supermasivas, mantienen una forma esférica que posiblemente es aplastada debido a la rotación rápida. Esta forma se llama una configuración simétrica al eje. Incorporando el hecho de que las estrellas que giran muy rápidamente son propensas a pequeñas perturbaciones, Reisswig y sus colegas predijeron que estas perturbaciones pueden causar que las estrellas se desvíen hacia formas no axisimétricas durante el colapso. Estas perturbaciones, diminutas al principio, crecerían rápidamente, causando finalmente que el gas en el interior de la estrella en colapso se agrupe para formar sectores de alta densidad.

Estos sectores orbitan el centro de la estrella y se vuelven cada vez más densos, ya que recogen materia durante el colapso, y también aumentan su temperatura. Y luego, dice Reisswig, «se dispara un efecto interesante». A temperaturas suficientemente altas, habría suficiente energía disponible para unir electrones y sus antipartículas, los positrones, en lo que se conoce como pares electrón-positrón. La creación de pares electrón-positrón causaría una pérdida de presión, que acelera aún más el colapso, y como resultado, finalmente los dos fragmentos en órbita llegan a ser tan densos que se podría formar un agujero negro en cada grupo. El par de agujeros negros podría entonces girar en espiral uno alrededor del otro antes de fundirse para convertirse en un agujero negro de gran tamaño.

«Este es un nuevo descubrimiento», dice Reisswig. «Nadie ha predicho nunca que una sola estrella en colapso podría producir un par de agujeros negros que se fusionan.»

VIDEO: ESPERE UN MOMENTO MIENTRAS SE CARGA

Reisswig y sus colegas utilizaron supercomputadoras para simular una estrella supermasiva que se encuentra al borde del colapso. La simulación se visualizó con un video realizado mediante la combinación de millones de puntos que representan datos numéricos sobre la densidad, campos gravitacionales y otras propiedades de los gases que componen el colapso de las estrellas.

Aunque el estudio incluyó simulaciones por computadora, y por lo tanto es meramente teórica, en la práctica, la formación y fusión de pares de agujeros negros pueden producir una tremendamente poderosa radiación gravitacional —ondulaciones en el tejido del espacio y el tiempo, viajando a la velocidad de la luz— que es probable que sea detectable en el borde de nuestro universo, dice Reisswig. Observatorios basados en tierra como el Interferómetro de Ondas Gravitatorias Observatorio Láser (LIGO), manejado en común por Caltech, están en busca de signos de la radiación gravitacional que se predijo por primera vez por Albert Einstein en su teoría general de la relatividad. Serán necesarias futuros observatorios de ondas gravitatorias en el espacio, dice Reisswig, para detectar los tipos de ondas gravitacionales que confirmen estos hallazgos recientes.

Ott dice que estos resultados tienen importantes implicaciones para la cosmología. «La señal emitida de ondas gravitatorias y su potencial detección informarán a los investigadores sobre el proceso de formación de los primeros agujeros negros supermasivos en el universo aún muy joven, y pueden solucionar algunas importantes preguntas —y plantear nuevas— sobre la historia de nuestro universo», dice.

Estos hallazgos fueron publicados en la revista Physical Review Letters de la semana del 11 de octubre en un artículo titulado «Formation and Coalescence of Cosmological Supermassive-Black-Hole Binaries in Supermassive-Star Collapse». Las coautores de Caltech en el estudio son Ernazar Abdikamalov, Roland Haas y Philipp Mösta. Otro coautor del estudio, Erik Schnetter, pertenece al Instituto Perimeter de Física Teórica en Canadá. El trabajo fue financiado por la National Science Foundation, la NASA, la Fundación Alfred P. Sloan y la Fundación Sherman Fairchild.

Fuente: Science Daily. Aportado por Eduardo J. Carletti

Más información:

El púlsar y magnetar más cercano al agujero negro supermasivo de nuestra galaxia

Ayudados por el telescopio Chandra de rayos X de la NASA, el CSIC identificó la primera estrella de neutrones que podría formar un sistema binario con un agujero negro

Un equipo internacional de científicos, liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), descubrió el púlsar más cercano a un agujero negro supermasivo conocido hasta el momento.

Se trata del SGR J1745-2900 y ha sido detectado por una potente emisión de rayos X emitida desde la dirección de Sagitario A* (Sgr A*), el agujero negro supermasivo que reside en el centro de la Vía Láctea, a unos 26.000 años luz del Sistema Solar.

El 24 de abril de 2013, el satélite Swift detectó la poderosa emisión de rayos X. En un principio fue interpretada como una llamarada procedente del centro galáctico, pero un día después se observó una corta emisión de rayos X desde una posición consistente a la de Sgr A*, con un espectro y duración muy similar a la de un magnetar, una estrella de neutrones con campos magnéticos muy intensos.

SGR J1745-2900 es, de hecho, un joven púlsar con naturaleza de magnetar y con un periodo rotacional de 3,76 segundos. Asimismo, los científicos han calculado que existe un 90% de probabilidades de que esté orbitando alrededor del agujero negro. Para monitorizar su actividad y detectar su posición respecto a la de Sgr A*, los científicos emplearon el observatorio espacial Chandra de rayos X de la NASA.

Un púlsar es una estrella de neutrones que emite radiación periódica. Los púlsares poseen un intenso campo magnético que induce la emisión de estos pulsos de radiación electromagnética a intervalos regulares relacionados con el periodo de rotación del objeto. Estas estrellas de neutrones pueden girar sobre sí mismas hasta varios cientos de veces por segundo; un punto de su superficie puede estar moviéndose a velocidades de hasta 70.000 km/s. De hecho, las estrellas de neutrones que giran tan rápidamente se expanden en su ecuador debido a esta velocidad vertiginosa.

«Gracias a la resolución angular de este telescopio, uno de los más potentes que existen en el espacio, se pudo detectar el nuevo magnetar, justo donde se había localizado días antes la fuente de la llamarada», ha explicado la experta del CSIC, Nanda Rea. «Además, concluimos que al magnetar y al agujero negro supermasivo les separan entre 0,1 y 2 pársercs, que equivale a 0,3-6 años luz», ha añadido.

El púlsar podría estar situado dentro del disco de estrellas jóvenes y masivas observado alrededor del centro de la galaxia. «SGR J1745-2900 no es sólo el primer púlsar hallado a una distancia sub-pársec, sino que además supone la primera estrella de neutrones conocida que podría formar un sistema binario con un agujero negro», concluyó Rea.

Fuente: Varios medios. Aportado por Eduardo J. Carletti

Más información:

Observan la estrella más próxima al agujero negro supermasivo de la galaxia

En la Vía Láctea, si bien hay varios agujeros negros estelares, sólo hay uno supermasivo —con una masa de cuatro millones de veces la del Sol— situado en el centro dinámico de la galaxia y conocido como «Sagitario A*«. Los investigadores describen en este trabajo el hallazgo de la estrella más próxima a ese agujero negro

Las conclusiones de este trabajo se publican en la revista científica Science. Por parte española ha participado el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, (en concreto, el investigador Rainer Schödel).

Los agujeros negros son regiones del espacio de cuyo interior no puede escapar ninguna señal, ni luminosa ni material, a causa de la intensísima atracción gravitatoria ejercida por la materia allí contenida. Absorben todo lo que tienen alrededor —gas, polvo o estrellas— e incluso la luz, de modo que no se pueden observar directamente; de ahí que su conocimiento dependa de su entorno y de los objetos que orbitan a su alrededor, como la estrella descrita en este trabajo.

En la Vía Láctea, si bien hay varios agujeros negros estelares, sólo hay uno supermasivo con una masa cuatro millones de veces la del Sol; situado en el centro dinámico de la galaxia y conocido como «Sagitario A Estrella —representada en astrofísica por un asterisco—». Precisamente, los investigadores describen en este trabajo el hallazgo de la estrella más próxima a ese agujero negro.

Se trata de «S0-102», que tarda 11,5 años en completar su órbita alrededor del agujero negro, el período más corto descubierto hasta la fecha. El mismo equipo de investigadores encontró a principios de los 90 otra estrella, la «S0-2», a la que le lleva 16,2 años orbitar el agujero negro. Ambas orbitan a una velocidad de en torno a 10.000 kilómetros por segundo cuando están más próximas al agujero negro.

Se conocen muchas estrellas que orbitan el agujero negro, pero estas dos son las únicas de las que se ha logrado estudiar más del 50 por ciento de su órbita y caracterizarla por completo.

«Ahora, gracias a este trabajo, no sólo conocemos dos estrellas con órbitas muy próximas al agujero negro, sino que además podemos comprobar la teoría de la relatividad general de Einstein bajo condiciones de gravedad extremas», señala en una nota de prensa Schödel desde EEUU.

El astrofísico Antxon Alberdi, colaborador de Schödel e investigador también del IAA, ha explicado a Efe que se sabe que cuando las estrellas están muy cerca del agujero negro soportan los efectos del enorme campo gravitatorio, entre ellos que sus órbitas se desvían con respecto a lo que sería una órbita clásica.

Las estrellas «S0-2» y «S0-102» dibujan órbitas elípticas alrededor del agujero negro, de modo que cada cierto tiempo se hallan «excepcionalmente» próximas a él.

Se cree que en estas circunstancias su movimiento se ve afectado de manera extrema, lo que causa entre otros efectos que su órbita no termine por cerrarse, sino que trace una elipse abierta.

Esto supone, según Alberdi, que su segunda trayectoria —tras 16,2 y 11,5 años respectivamente— no sería idéntica estrictamente debido a la deformación del espacio y tiempo producida por el agujero negro, tal y como señaló Einstein.

Para poder definir los efectos de la relatividad general se necesitan al menos dos estrellas, de ahí la importancia de este trabajo, según sus autores.

La detección de esta segunda estrella ha sido posible gracias a un conjunto de imágenes de alta resolución obtenidas por el grupo de científicos con el observatorio W.M Keck en el volcán Mauna Kea, en Hawai.

El seguimiento fue realizado durante los últimos 17 años por medio de un método —en longitudes de onda del infrarrojo— que permitió detectar estrellas que antes pasaban inadvertidas debido a su debilidad.

Este trabajo está liderado por la investigadora de la Universidad de California (EEUU) Andra Ghez.

Fuente: Varios Medios. Aportado por Eduardo J. Carletti

Más información: