El impacto que exterminó a los dinosaurios podrían haber sembrado la vida en otros lugares de nuestro Sistema Solar e, incluso, en otros sistemas solares
Desde hace unos años se viene dando vueltas a la idea de la panspermia concretada por meteoritos. La hipótesis es que cuando un meteorito de gran tamaño impacta contra un planeta con vida puede eyectar fragmentos al espacio exterior que a su vez caigan como meteoritos en otros cuerpos, y transportar en estos fragmentos organismos resistentes que colonicen el nuevo territorio. Ahora se sabe que es posible que ciertos microorganismos sobrevivan al primer impacto y al segundo, y que incluso sobrevivan al viaje espacial durante un tiempo. Los experimentos realizados en laboratorios terrestres, en los que se simulan impactos, parecen demostrarlo. Aunque puede ser que en este asunto nuestros deseos se confundan un poco con la realidad.
Se sabe que hay bacterias que viven en la estratosfera y que el viento solar puede barrer microorganismos de la atmósfera, pero la misma radiación solar los mataría. A salvo dentro de una roca, los microbios de la superficie tendrían más posibilidades de sobrevivir, sobre todo desde que se ha descubierto que existen algunos que viven dentro de la corteza terrestre.
El viaje puede darse en distintas direcciones. Pudiera ser que la vida se originara en Marte y que luego emigrara a la Tierra a través de este proceso, pero también podrían ocurrir que la vida se haya originado en la Tierra y que los impactos recibidos por ésta hayan propagado la vida por el Sistema Solar.
Hay lugares que parecen propicios para la vida en el actual Sistema Solar como Europa (satélite natural de Júpiter) o Encélado (satélite natural de Saturno), que se sabe que tienen agua líquida en el subsuelo. ¿Pero cuál es la probabilidad de que ocurra algo así?
Tetsuya Hara, de la Universidad de Kyoto Sangyo en Japón, y sus colaboradores han realizado recientemente un estudio sobre las posibilidades de que los fragmentos eyectados por el meteorito que, supuestamente, eliminó a los dinosaurios, hayan alcanzado otros lugares. Concluye que la Tierra podría haber sido la fuente de semillas de la vida en otros lugares.
El cráter Chicxulub es muy grande, y tiene la edad justa para ser el culpable de la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años. Lo causó un cuerpo de unos 10 km de diámetro y que con el impacto de su masa habría liberado unos 400 zettajulios (4 × 1023 julios) de energía, equivalentes a 100 teratones de TNT (1014 toneladas).
Según el estudio, 300 millones de rocas individuales eyectadas en ese impacto podrían haber terminado en Europa y unas 500 en Encelado. Naturalmente, otras habrían alcanzado otros lugares. Así, por ejemplo, a Ceres habrían llegado 100.000, a Eris 4 millones, a la Luna 500 millones y a Marte 40.000 millones. Es sorprendente la cantidad de rocas que llegarían a la luna Europa, presumiblemente a causa del intenso campo gravitatorio de Júpiter.
Los casos de Europa y Encelado son particularmente interesantes pues algunas de esas rocas podrían haber atravesado el hielo y llegado al agua líquida de su interior, en donde podrían haber depositado su carga de microorganismos.
Pero incluso algunas rocas habrían abandonado el Sistema Solar y llegado a otros sistemas. Así por ejemplo, Gliese 581, una enana roja a 20 años luz de nosotros, tiene un planeta en el borde la zona habitable. Estos investigadores calculan que allí pueden haber llegado nada menos que 1.000 rocas procedentes del impacto Chicxulub. De hecho, habrían llegado allí un millón de años tras el impacto. Si una hipotética carga de microorganismos en una de esas rocas hubiese sobrevivido al viaje (algo bastante difícil), habrían tenido 64 millones de años para adaptarse al nuevo ambiente y evolucionar.
Según uno de los modelos que proponen se necesitarían unos 3×107 años para que los fragmentos se propaguen a mil años luz de la Tierra y 109 años para alcanzar los 30.000 años luz. Obviamente la cantidad de estos objetos susceptibles de caer en algún sitio disminuye ostensiblemente con la distancia.
Se necesitarían 1012 años para que los materiales eyectados por este impacto ocupen un volumen equivalente al de la Vía Láctea, pero nuestra galaxia es mucho más joven, así que este sistema no serviría para propagar la vida por toda una galaxia, ni aún asumiendo que sobrevivan los microorganismos en el vacío espacial durante tantos millones de años. Sin embargo al final del artículo los investigadores sugieren que es asumible, bajo ciertas condiciones, el origen panspérmico de la vida mediante este mecanismo, incluso el origen de la vida en la propia Tierra. Concluyen que hay que tomarse la hipótesis de la panspermia en serio.
Si estos investigadores están en lo cierto, quizás algún día podamos comprobarlo si encontramos vida en Europa o Encelado y resulta ser muy similar a la terrestre. Sería, sin duda, muy interesante, pero aún más si resulta ser totalmente distinta. Un segundo génesis en el Sistema Solar sería algo sobrecogedor, y nos diría que la vida en el Universo es prácticamente inevitable en casi cualquier lugar. Es una pena que nada de esto se pueda comprobar en un futuro a medio plazo.
Aunque el problema de la panspermia siempre ha sido el mismo: asumiendo que es posible tal propagación, ¿cómo surge la vida por primera vez?
Fuente: Neofronteras. Aportado por Eduardo J. Carletti
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