¿Era Hamlet psicótico? ¿Sherlock Holmes, un neurótico obsesivo? ¿Era el misticismo de Santa Teresa una forma aceptable de esquizofrenia?
Según algunos, la locura estimula el arte; según otros, el arte es una forma de locura, mientras que muchos observan que con la explosión de la demencia se cierra el camino de la expresión artística.
Un congreso internacional de psiquiatría en Nottingham, Reino Unido, examinó los vínculos entre creación y patología desde la perspectiva clínica.
Paul Crawford, catedrático de la Universidad de Nottingham, es el fundador de la International Madness and Literature Network, un intento interdisciplinario para vincular literatura y salud mental con el fin de alcanzar una comprensión mayor de ese fenómeno elusivo que es la locura.
«Si Hamlet estaba loco o no es un tema de debate. Hamlet finge ser loco para vengar la muerte de su padre. Al mismo tiempo tiene alucinaciones porque está en un momento de profunda melancolía. Mucha gente escucha voces o tiene visiones de la persona que ha perdido en el proceso de duelo. De modo que no está tan claro», le comenta Crawford a BBC Mundo.
«La ficción nos ofrece esa posibilidad de entrar de pleno en la cabeza de otra persona. Ésta es una experiencia que no se puede tener en un manual psiquiátrico en el que uno se encuentra con un menú de síntomas», agrega.
Locura y literatura
La conexión entre literatura y clínica no es nueva. Hace más de un siglo, Sigmund Freud basó el complejo más popularizado del mundo moderno, el de Edipo, en la tragedia de Sófocles, además de escribir textos luminosos sobre Shakespeare y Dostoievsky.
Hamlet o Macbeth, Medea o Edipo, Madame Bovary de Gustave Flaubert o las heroínas dementes de las hermanas Brontë, el teatro de Tennessee Williams o películas como «The Shining» o «Rain Man» exploran la demencia con una profundidad de recursos y una precisión de laboratorio que muchas veces es imposible para la psiquiatría.
Por otro lado, no se puede olvidar que una ficción tiene sus propias leyes y objetivos en términos de trama, caracterización u objetivo comunicativo de entretenimiento que no existen en la vida real de un paciente.
«Hay límites en esta relación. La ficción es una fabulación, no es la vida real. Pero al mismo tiempo sólo tenemos acceso a la vida real escuchando las historias que construyen sobre sí mismos, sobre su pasado», dice Crawford.
De hecho, el psicoanálisis surgió históricamente como un proceso terapéutico de «cura por la palabra».
Con una participación de unos 120 delegados de todo el mundo, el congreso de la Universidad de Nottingham es una prueba de que actualmente hay una confluencia en las más importantes escuelas de psicología -psicoanalítica, cognitiva, conductista, etc.- sobre el papel de la narrativa en la patología mental.
Narrativas que curan
En uno de los debates del congreso, Mary Ellene Wood, catedrática de la Universidad de Oregon, Estados Unidos, planteó que la narrativa puede tener un papel crucial en la cura de la esquizofrenia.
«La investigación interdisciplinaria ha examinado el daño que causa la enfermedad sobre la posibilidad de narrar una versión coherente de la propia vida. A lo que no han prestado mucha atención es a la creatividad en juego. Esta narración no es sólo un medio de reconstruir la identidad, sino un arte que encarna la crisis del sentido que se produce con la esquizofrenia», dijo.
Crisis de sentido que muchas veces es ignorada por las modernas terapias químicas que buscan más calmar los síntomas que entender su significado.
Crawford le comenta a BBC Mundo que la narrativa terapéutica puede desactivar esa identidad que ha generado una determinada patología.
«Las historias son una manera de ayudar al paciente a pensar en sus vidas. Estamos todos tramados por narrativas. Las narrativas nos conectan con nuestro pasado, con nuestra identidad y lo que podemos ser. Si alguien nos ha dicho que somos unos inútiles, ésa es una narrativa que nos ha constituido y que tenemos que desmontar para proceder con la cura».
¿Estamos todos locos?
El mundo de la psiquiatría está en armas. La publicación del nuevo borrador del manual de diagnóstico mental de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría ha generado una especie de batalla abierta en un gremio del que uno esperaría respuestas medidas y calmadas.
El llamado Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, es considerado como la biblia del diagnóstico e investigación psiquiátrica en todo el mundo.
Ahora su quinta versión, el DSM-V, recoge los numerosos desórdenes y desviaciones psicólogicas que se han registrados en los últimos años.
Pero para muchos psiquiatras ha expandido tanto las categorías y las ha convertido en una goma de chicle tan ancha, que temen que hayan desdibujado para siempre las fronteras entre el enfermo mental y el cada vez más reducido espacio de aquellos considerados normales.
Ahora una revista científica, el Journal of Mental Heath, publica una edición especial dedicada a este tema en el que plantea abiertamente si después de la puesta en marcha de los nuevos parámetros alguien podrá ser considerado normal.
Condiciones como ansiedad depresiva mixta, desorden de regulación del temperamento, comida compulsiva, desorden neurocognitivo menor y comportamientos adictivos podrían ser nombres sofisticados para comportamientos que aún siendo ilógicos son completamente normales. O si no normales, si que, al menos, generalizados.
Insuficiente investigación
Según se argumenta en la revista el problema podría derivarse de que no se ha investigado lo suficiente como para considerar estos desórdenes como algo anormal.
«Los críticos del DSM están preocupados por la clasificación de condiciones novedosas como desórdenes psicólogicos. En la nueva edición, las pataletas de un niño y el dolor derivado de la pérdida de un ser querido podrían ser definidas como problemas de salud mental», escribe Jerome Wakefield del Departamento de Psiquiatría de Nueva York en la edición de Mental Health.
Por ejemplo el desorden de comida compulsiva, se basa en el criterio de alguien que se da atracones de comida una vez a la semana durante al menos un período de tres meses.
Para muchos, esto establece unos umbrales demasiado bajos. Al fin y al cabo la gran mayoría puede sentirse culpable de tener una relación tóxica con la comida al menos una vez a la semana.
Aunque como explica a BBC Mundo el Profesor Jerónimo Saiz, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría,»Habrá seguramente más condiciones, no sólo esto sino que el trastorno repercuta significativamente sobre el equilibrio del individuo, que haya interferencia sobre su vida normal, sobre su salud física, su peso. Lo que sí puede ser más arbitrario es fijar límites en tiempo».
Anterior edición
El problema de este manual, por el que se guía prácticamente el diagnóstico de la enfermedad mundial, es que cada uno de los cambios que se producen en sus ediciones tiene un impacto global, muchas veces no querido y otras totalmente intencionados.
Uno de los máximos detractores del nuevo manual es la persona que estuvo a cargo de la edición anterior, el DSM-4, publicada hace 16 años.
En un editorial en el diario Los Angeles Time, Allen Frances, afirmaba hace unos meses: «Aprendí a través de una dolorosa experiencia cómo pequeños cambios en la definición de desórdenes mentales pueden crear enormes e indeseadas consecuencias».
Y afirma que, incluso si su grupo de discusión fue conservador y cuidadoso, de forma inadvertida contribuyeron a la creación de tres falsas epidemias: desde la pasada edición a ahora los desórdenes de déficit de atención, autismo y desorden bipolar en la infancia se diagnostican más de lo que se debería.
La importancia del manual no debe desestimarse tampoco en una especialidad que depende sólo de los síntomas.
«En nuestra especialidad los diagnósticos son puramente clínicos, según agrupaciones de síntomas. En otras ramas de la medicina se puede contrastar a través de exploraciones complementarias como análisis o pruebas de imágenes pero en la psiquiatría no hay un parámetro que sea objetivo que sea capaz de admitir o descartar el diagnóstico», afirma Saiz.
Y los diagnósticos oficiales tienen más importancia de lo que pensamos.
«Tiene grandes consecuencias a la hora de procedimientos legales o bajas laborales», explica Saiz.
«En un país como Estados Unidos el diagnóstico es muy importante porque va a determinar la posibilidad de que la persona pueda reclamar cobertura a las aseguradoras de salud, algo que no pasa en Europa», explica a BBC Mundo la profesora Til Wykes, Psicóloga Clínica y de Rehabilitación del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres y Editora del Journal of Mental Health.
Y no hay quienes dejan de sugerir los beneficios monumentales para la industria farmacéutica que puede traer una medicalización de las conductas que se encuentran al borde de la patología.
Abierta a cambios
Como en todo, hay detractores y otros que no lo son tanto.
Para Saiz la existencia del manual tiene aspectos positivos porque «la clasificación facilita un lenguaje universal, facilita la investigación, el llegar a los tratamientos de una forma más uniforme y práctica y desde ese punto de vista la iniciativa es valiosa».
Y advierte que la nueva versión es todavía un borrador que está abierto a revisión «y que cualquier persona, profesional, enfermo, paciente o familiares, pueden enviar sus sugerencias sobre cambios».
Para la profesora Wykes en cambio «la mayoría de los cambios introducidos en la nueva versión implican un sistema de diagnóstico más incluyente donde el lago de la normalidad se encoge hasta convertirse en un mero charco».
La edición definitiva del manual no se publicará hasta el 2013 y se supone que tendrá muchas más de las 900 páginas de la cuarta edición, que ya sufrió un incremento importante en comparación con las 129 de la primera.
Parece reflejar una tendencia creciente en una sociedad donde los casos de enfermedad mental van en aumento.
Pero en cualquier caso ambos expertos coinciden: si usted tiene manías, piensa que hablan de usted cuando no está, se agarra a creencias mágicas, posee supersticiones, cree que su jefe está contra usted o comprueba que ha cerrado la puerta 20 veces antes de dejar su casa, mientras estas manías no interfieren con su vida cotidiana, usted todavía es una persona normal.
Lo que no sabemos a ciencia cierta es hasta cuando.
Fuente: BBC Mundo. Aportado por Eduardo J. Carletti
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