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El robot Curiosity viaja por antiguos glaciares marcianos

Hace 3.500 millones de años el cráter marciano Gale, por donde ahora se mueve el rover Curiosity, estuvo cubierto de glaciares, sobre todo en su montaña central. También discurría agua líquida muy fría por los ríos y lagos de las zonas más bajas, en paisajes parecidos a los que hoy se pueden encontrar en Islandia o Alaska. Así lo refleja un análisis de las imágenes tomadas por las naves que orbitan el planeta rojo

Hoy se cumple un año marciano (687 días terrestres) de la misión del rover Curiosity de la NASA. El vehículo viaja por un paisaje árido y rojizo, pero en el pasado llegó a tener glaciares. Los antiguos ciclos hidrogeológicos de Marte fueron muy fríos, tanto que favorecieron la presencia de un gigantesco océano parcialmente cubierto de hielo y rodeado de glaciares en las tierras bajas del hemisferio norte.

Selfie de Curiosity para celebrar su primer año marciano en el planeta rojo. / NASA/JPL-Caltech/MSSS

Ahora, un equipo internacional de investigadores confirma esas evidencias globales a escala local, justo en la superficie del planeta rojo que recorre Curiosity: el cráter Gale. “Este estuvo cubierto por glaciares hace aproximadamente 3.500 millones de años, y fueron particularmente extensos sobre su monte central, Aeolis”, apunta a Sinc el autor principal, Alberto Fairén, científico del Centro de Astrobiología (INTA-CSIC) y de la Universidad Cornell en EE UU.

Las imágenes revelan la presencia de cuencas cóncavas, morfologías lobulares, estructuras lineales, restos de morrenas y depósitos en forma de abanico que delatan la existencia de antiguos glaciares

“Pero en aquella época también había ríos y lagos con agua líquida muy fría en las zonas de menor elevación dentro del cráter”, añade el investigador, quien destaca el hecho de que el antiguo Marte fuera capaz de “mantener grandes cantidades de agua líquida –un elemento esencial para la vida– al mismo tiempo que gigantescas masas de hielo cubrían regiones extensas de su superficie”.

Para realizar el estudio, que publica la revista Planetary and Space Science, el equipo ha utilizado las imágenes captadas con las cámaras HiRISE y CTX del orbitador Mars Reconnaissance Orbiter de la NASA, junto a la HRSC que lleva la sonda Mars Express de la Agencia Espacial Europea (ESA).

El análisis de las fotografías revela la presencia de cuencas cóncavas, morfologías lobulares, estructuras lineales, restos de morrenas y depósitos en forma de abanico que delatan la existencia de antiguos glaciares en Gale. De hecho pudieron ser muy similares a algunos sistemas glaciares que se observan hoy en la Tierra.

“Por ejemplo, hay un glaciar en Islandia –con el complejo nombre de Breiðamerkurjökull– que guarda enormes similitudes con lo que vemos en el cráter Gale, y que suponemos se parece mucho a los que cubrieron su monte central”, comenta Fairén.

En el artículo también se muestran imágenes de otros sistemas glaciares terrestres homólogos a los de Marte, como el glaciar Malaspina –llamado así en honor al famoso marino al servicio de España– en Alaska, u otros situados en regiones del norte de Canadá y la Antártida.

“Dentro de la misión Mars Science Laboratory (MSL) de la NASA, el rover Curiosity todavía puede encontrar más evidencias de la actividad glaciar en Gale, y a una escala muy pequeña, como por ejemplo detectando acumulaciones de guijarros angulosos, rocas arañadas o cadenas de depósitos glaciares”, señala Fairén.

Aun así, el investigador subraya que el estudio actual “proporciona por primera vez una solución conjunta al clima pasado de Marte, ya que explica al mismo tiempo las huellas geológicas de la antigua presencia de agua líquida que cubren todo el planeta y los modelos climáticos que han demostrado que Marte nunca fue un planeta cálido”.

En el caso concreto del cráter Gale, se supone que fue excavado por el impacto de un gran meteorito hace unos 3.600 millones de años, y que se cubrió de glaciares muy poco tiempo después.

 

 

“Incluso es posible que la zona de impacto ya estuviese cubierta por glaciares antes de la colisión, y en ese caso, estos habrían recubierto el cráter recién formado en muy poco tiempo”, dice Fairén, que concluye destacando un aspecto relevante para la vida: “La energía del impacto, combinada con el hielo de la superficie, podría haber generado entornos muy interesantes desde un punto de vista astrobiológico, como por ejemplo zonas hidrotermales”.

Referencia bibliográfica:

Alberto G. Fairén, Chris R. Stokes, Neil S. Davies, Dirk Schulze-Makuch, J. Alexis P. Rodríguez, Alfonso F. Davila, Esther R. Uceda, James M. Dohm, Victor R. Baker, Stephen M. Clifford, Christopher P. McKay, Steven W. Squyres. “A cold hydrological system in Gale crater, Mars”. Planetary and Space Science 93-94: 101–118, 2014.

Fuente: Sinc. Aportado por Eduardo J. Carletti

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Detectan agua en un planeta del tamaño de Júpiter en órbita de Tau Boötis

«Nuestra detección de agua en la atmósfera de Tau Boötis b es importante porque nos ayuda a entender cómo se forman estos exóticos planetas Júpiter calientes y cómo evolucionan. Esto además demuestra la eficacia de nuestra nueva técnica, que detecta la radiación infrarroja en la atmósfera de estos planetas»

El agua posiblemente sea uno de los compuestos químicos más comunes del Universo, tanto en forma líquida como congelada, en muchos lugares del resto del cosmos. Este simple planteamiento nos indica que deberíamos tener la capacidad de detectar su presencia allí donde miremos, y eso es lo que se ha conseguido: detectar agua en la atmósfera de un planeta fuera de nuestro Sistema Solar con una nueva técnica que podría ayudar a los investigadores a descubrir aquellos planetas que tienen agua en estado liquido en su superficie.

El equipo de científicos que realizó el descubrimiento incluye los astrónomos de la Universidad Estatal de Pensilvania y otras instituciones. Aunque en realidad ese lejano mundo no se parece en nada a la Tierra, sino que el agua está presente en la atmosfera de un planeta más masivo que Júpiter que orbita la estrella cercana Tau Boötis.

«Los planetas como Tau Boötis b, que tienen la masa de Júpiter pero son mucho más calientes, no existen en nuestro sistema solar», dijo Chad Bender, investigador del Departamento de Astronomía y Astrofísica de la Universidad de Pensilvania y co-autor del trabajo.

«Nuestra detección de agua en la atmósfera de Tau Boötis b es importante porque nos ayuda a entender cómo se forman estos exóticos planetas Júpiter calientes y cómo evolucionan. Esto además demuestra la eficacia de nuestra nueva técnica, que detecta la radiación infrarroja en la atmósfera de estos planetas».

Los científicos ya habían detectado antes la presencia de vapor de agua en un puñado de planetas, utilizando una técnica que sólo funciona si el planeta pasa entre su estrella y la Tierra. También han podido utilizar otra técnica de imagen que funciona sólo si el planeta se encuentra lo suficientemente lejos de su estrella anfitriona. Sin embargo, una parte significativa de la población de los planetas extrasolares no se ajusta a ninguno de estos criterios, y no había forma de obtener información sobre las atmosferas de estos mundos.

«Ahora estamos aplicando nuestra nueva y efectiva técnica de infrarrojos a otros planetas cuyas orbitas no ‘transitan’ cerca de la estrella», señala Bender. «Estos planetas están mucho más cerca de nosotros que los planetas en tránsito más cercanos, pero en gran parte han sido ignorados por los astrónomos debido a que la medición directa de sus atmósferas con técnicas ya existentes era difícil o imposible».

Con la nueva técnica de detección y los telescopios futuros mucho más potentes, tales como el Telescopio Espacial James Webb y el Telescopio de Treinta Metros que está planeado en Hawai, los astrónomos esperan poder examinar las atmósferas de planetas que se encuentran mucho más lejos de sus estrellas, donde el agua podría estar presente en estado liquido.

El trabajo que describe este descubrimiento fue publicado el 24 de febrero en la revista The Astrophysical Journal Letters en un artículo titulado «Near-IR Direct Detection of Water Vapor in tau Boötis b». Los co-autores del artículo pertenecen a instituciones como Caltech, la Universidad Estatal de Pensilvania, el Laboratorio de Investigación Naval, la Universidad de Arizona y el Centro Harvard-Smithsoniano de Astrofísica.

La imagen en la parte superior de la página es la impresión de un artista de la NASA de Tau Bootis b mirando a su sol.

Fuente: Daily Galaxy y otros sitios. Aportado por Eduardo J. Carletti

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Clima espacial produce gigantescas explosiones en Venus

Como Venus no tiene un campo magnético para protegerse a sí mismo, estas anomalías de flujo caliente suceden justo encima del planeta y podrían tragarse el planeta entero

Investigadores del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA han descubierto que un fenómeno del medioambiente espacial que es común fuera de la burbuja magnética que protege a la Tierra, la magnetosfera, tiene repercusiones mucho mayores para Venus. Explosiones gigantescas, llamadas anomalías de flujo de calor, pueden ser tan grandes en Venus como el planeta entero y pueden ocurrir varias veces al día.

«No sólo son gigantescas», dice Glyn Collinson, científico espacial del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Greenbelt. «Como Venus no tiene un campo magnético para protegerse a sí mismo, las anomalías de flujo caliente suceden justo encima del planeta. Podrían tragarse el planeta entero».

Collinson es el primer autor de un artículo publicado en la revista Journal of Geophysical Research este mes de febrero. El trabajo se basa en las observaciones de la nave Venus Express de la Agencia Espacial Europea (ESA). Los resultados muestran el tamaño y la frecuencia de este fenómeno del clima espacial en Venus.

La Tierra está protegida del flujo constante de radiación del viento solar por su magnetosfera. Venus, sin embargo, no tiene esa suerte. Un planeta inhóspito y estéril, con una atmósfera tan densa que cualquier nave espacial que aterrizase sería aplastada en cuestión de horas, no tiene protección magnética.

Los científicos se hacen dos preguntas: ¿Qué sucedió de manera diferente en la Tierra para que sea un planeta que sustenta la vida en la actualidad? ¿Cómo sería la Tierra sin su campo magnético?

En la Tierra, no se producen anomalías de flujo de calor dentro de la magnetosfera; en cambio, liberan energía en las afueras, allí donde el viento solar es desviado y son obligadas a rebotar hacia el sol. Sin una magnetósfera, lo que sucede en Venus es muy diferente.

La única protección en Venus del viento solar es la capa externa de su atmósfera, llamada ionosfera. Existe un equilibrio sensible a la presión entre la ionosfera y el viento solar, un equilibrio fácilmente perturbado por el torrente gigante de energía de una anomalía de flujo caliente.

Las anomalías de flujo de calor pueden crear interrupciones dramáticas a escala planetaria, posiblemente chupando la ionosfera lejos de la superficie del planeta.

Venus

Venus es el segundo planeta del Sistema Solar en orden de distancia desde el Sol, y el tercero en cuanto a tamaño, de menor a mayor. Recibe su nombre en honor a Venus, la diosa romana del amor. Se trata de un planeta de tipo rocoso y terrestre, llamado con frecuencia el planeta hermano de la Tierra, ya que ambos son similares en cuanto a tamaño, masa y composición, aunque totalmente diferentes en cuestiones térmicas y atmosféricas. La órbita de Venus es una elipse con una excentricidad de menos del 1%, formando la órbita más circular de todos los planetas; apenas supera la de Neptuno.

Su presión atmosférica es 90 veces superior a la terrestre; es por tanto la mayor presión atmosférica de todos los planetas rocosos. A pesar de no estar más cerca del Sol que Mercurio, Venus posee la atmósfera más caliente, pues ésta atrapa mucho más calor del Sol, debido a que está compuesta principalmente por gases de invernadero, como el dióxido de carbono. Este planeta además posee el día más largo del sistema solar: 243 días terrestres, y su movimiento es dextrógiro, es decir, gira en el sentido de las manecillas del reloj, contrario al movimiento de los otros planetas. Por ello, en un día venusiano el sol sale por el Oeste y se oculta por el Este. Sus nubes, sin embargo, pueden dar la vuelta al planeta en cuatro días. De hecho, hace muchos años, antes de estudiar el planeta enviando a su superficie naves no tripuladas y estudiar su superficie con rádar, se pensaba que el período de rotación de Venus era de unos cuatro días.

Al encontrarse Venus más cercano al Sol que la Tierra (es un planeta interior), siempre se puede encontrar en las inmediaciones del Sol (su mayor elongación es de 47,8°), por lo que desde la Tierra se puede ver sólo durante unas pocas horas antes del orto (salida del Sol), en unos determinados meses del año, o también durante unas pocas horas después del ocaso (puesta del Sol), en el resto del año. A pesar de ello, cuando Venus es más brillante, puede ser visto durante el día, siendo uno de los tres únicos cuerpos celestes que pueden ser vistos de día a simple vista, además de la Luna y el Sol. Venus es normalmente conocido como la estrella de la mañana (Lucero del Alba) o la estrella de la tarde (Lucero Vespertino) y, cuando es visible en el cielo nocturno, es el segundo objeto más brillante del firmamento, tras la Luna.

Por este motivo, Venus debió ser ya conocido desde los tiempos prehistóricos. Sus movimientos en el cielo eran conocidos por la mayoría de las antiguas civilizaciones, adquiriendo importancia en casi todas las interpretaciones astrológicas del movimiento planetario. En particular, la civilización maya elaboró un calendario religioso basado en los ciclos astronómicos, incluyendo los ciclos de Venus. El símbolo del planeta Venus es una representación estilizada del espejo de la diosa Venus: un círculo con una pequeña cruz debajo, utilizado también hoy para denotar el sexo femenino.

Fuente: Science Daily más datos de Wikipedia. Aportado por Eduardo J. Carletti

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