Revista Axxón » «Válida para algo», Deborah Walker - página principal

¡ME GUSTA
AXXÓN!
  
 

INGLATERRA

 

 


Ilustración: Saurio

Raoul metió la mano en el bolsillo y tocó el frío cobre de la moneda de dólar canadiense. No se le escapaba que estaría más segura en su cartera, o mejor aún, en la Tierra, con el resto de su colección; pero necesitaba tocarla. El dólar canadiense le traía suerte. Siempre lo llevaba cuando iba de compras. Había sido su primera moneda. Nada más propicio entonces que llevarla consigo al adquirir la última.

Una mujer le sonrió. Probablemente fuera una distracción tramada en favor de un carterista; apenas llegó a High Jova le advirtieron que el orbital estaba lleno de ladrones. ¿Cuál podría ser, si no, la razón por la que una mujer atractiva le sonriera de esa manera? Entonces recordó que vestía una nano-piel y que parecía sesenta años más joven. Joven, guapo, tal como lucía la primera vez que conoció a Sven.

Siguió caminando con el ceño fruncido, apretando la moneda.

El dólar canadiense; una moneda de tiempos difíciles, emitida en 2101 cuando el First Lunar Bank cayó en quiebra. Era la moneda no oficial de la depresión económica padecida en la Luna. Los créditos electrónicos eran útiles, resultaban cómodos. Pero en ocasiones la gente necesita palpar el dinero, tocar el frío y duro efectivo.

El dólar canadiense fue su primera moneda, adquirida por accidente un siglo atrás. Fue la que despertó en Raoul el deseo, una verdadera obsesión de toda la vida, de coleccionar monedas emitidas en cada colonia exoplanetaria. Pensó en su hogar, en la Tierra, pensó en su colección rotando con elegancia en el exhibidor. Las monedas eran parte de la historia viva, una cualidad imposible de alcanzar por los créditos electrónicos. Pero entiéndase bien, no sólo la historia socioeconómica sino la historia personal de las vicisitudes que Raoul debió sobrellevar para adquirir cada moneda. Sven no entendía eso.

Raoul dejó el bullicio del mercado y se escurrió por el silencioso corredor de las habitaciones. Slider le había dado la llave-tarjeta que llevaba en la billetera. Le había asegurado que era apta para ingresar en la morada de Ben Dell. Por más que ella se burló, no tuvo empacho en llevar su dinero. Con esta tarjeta lograría irrumpir en el domicilio. La palabra de Slider era tan fría y veraz como vacía.

Dell era el dueño de la mayor colección de monedas en manos privadas. Pero a diferencia de Raoul, Dell compraba indiscriminadamente. Sólo así era posible que atesorara la difícil «Válida para Titán».

La moneda «Válida para Titán» había sido acuñada para los obreros que construyeron en 2128 la primera estación orbital en Titán, antes de la desastrosa fusión del núcleo. Se podía cambiar una de esas monedas por una comida en la cantina de los trabajadores. Durante muchos siglos se pensó que se habían perdido en la destrucción de la estación. Raoul tenía una muy bonita moneda llamada Titán Dos, de esas que eran muy comunes. Pero cuando se enteró que Dell había encontrado una «Válida para Titán» en una cápsula de escape abandonada, se le tornó imperativo poseerla. De esta forma, Raoul podría completar la colección de monedas exoplanetarias emitidas durante el siglo XXII.

Esta era la única razón por la que Raoul estaba en High Jova, camuflado con su nano-piel y con la tarjeta de acceso de Dell en su cartera. Había intentado que Sven lo entendiera.

—Si completo la colección, habré hecho algo en la vida.

—Pero llevamos cincuenta años de casados. Tenemos dos hijos, siete nietos. Claro que has hecho algo.

—Lo sé. Pero esto es algo especial.

—Es un hobby.

—No es sólo un hobby.

—No vayas a High Jova, Raoul. No tires tu vida a la basura.

Dell había sido irracional. A través de una serie de intermediarios, Raoul le había hecho llegar una oferta más que sensata. Más tarde, le ofreció una ridiculez. Pero después, y aunque Sven le había suplicado que no lo hiciera, liquidó todos sus activos y le ofreció un precio exorbitante, absurdo. Pero aún así Dell había rechazado todas las ofertas. Al final, Raoul le pidió hablar de hombre a hombre, de coleccionista a coleccionista. Pero Dell se había negado de pura mala leche. No estaba interesado en las monedas exoplanetarias del siglo XXII, y ni siquiera tenía el rarísimo Marco de Marte. Lo único que le interesaba era impedir que Raoul lograra su sueño.

Sven le dijo que estaba loco; Raoul trató de explicarle. Pero en realidad hizo mal en contarle el tenor de sus planes. Sven le había dado un ultimátum: —No lo hagas. Olvídate de todo el maldito asunto, o de lo contrario…

—¿O de lo contrario qué?

Sven lo dejó. Después de sesenta años. No lo entendía.

Raoul estaba muy cerca de la morada de Dell; su corazón latía salvajemente. Estaba a punto de arriesgar todo. Si Sven pudiera sentir lo que él sentía, tal vez entendiera. Esencialmente, Raoul estaba haciendo esto por Sven. Con «Válido para Titán» su colección estaría completa. Completa. Entonces Raoul sería capaz de resolver todo, recordarle a Sven el hombre que había sido sesenta años atrás, el amor que se habían tenido, toda una vida compartida, el futuro que aún podían tener juntos. Pero para eso tenía que conseguir la moneda. La historia tenía que cerrarse. Todo cobraría sentido.

Raoul llegó a la puerta. Tomó la tarjeta de la billetera. La ansiada moneda estaría allí dentro y no descartaba que también estuviera el señor Dell. Con mucho cuidado, Raoul extrajo un arma de la bolsa. Una pistola, también provista por Slider.

Sven no entendía nada. Las monedas eran parte de la historia viva, y ese era un capítulo que debía cerrarse. Era la única forma de que todo tuviera sentido. Por última vez, Raoul tocó la moneda canadiense en el bolsillo. Tiempos difíciles estos. La razón de ser de toda colección es verla completa. La vida tiene su propia razón de ser. La vida tiene que estar completa. La vida tiene que ser válida para algo.

 

 

Título original: Good for something. Traducido por Pablo Martínez Burkett.

 

 


Deborah Walker creció en la ciudad más inglesa del país, pero pronto viajó hacia Londres, donde ahora vive con su pareja, Chris, y sus dos hijos pequeños. Se puede encontrar a Deborah en el Museo Británico rastreando el pasado a la búsqueda de futura inspiración o en su blog. Sus relatos han aparecido en Fantastic Stories of the Imagination, Cosmos, Daily Science Fiction y The Year’s Best SF 18, y ha sido traducida a más de una docena de idiomas. Este cuento fue publicado por primera vez en Nature Futures

Hace algunos números ha debutado en Axxón con su cuento Sibyl.


Este cuento se vincula temáticamente con UN ARMANI, de María Laura Sánchez.


Axxón 267

Cuento de autora europea (Cuento : Fantástico : Ciencia Ficción : Viajes interplanetarios, Búsqueda : Inglesa : Inglaterra).

Deja una Respuesta