Mi muy admirado Mauricio, apelo a su inconmensurable sapiencia cuando le ruego que ilumine tanto a los lectores como a mí sobre cuál es el fenómeno paranormal más sorprendente del que haya tenido conocimiento
Barrocamente suya,
—Begoña Nuñez de Chañar del Sofaique.
Gracias Begoña por los elogios –tal vez merecidos, tal vez no, dejo eso a criterio de los lectores–.
Antes que nada, debo decirte que los fenómenos paranormales no existen, que son todas fabulaciones de charlatanes para engañar a mentes impresionables –en ocasiones estas mentes pertenecen a los mismísimos charlatanes, ya que el autoengaño es más común de lo que uno cree.
De todos modos he estado recientemente leyendo sobre el fenómeno de los poltergeists y me he encontrado con un par de casos dignos de mención.
Los poltergeists –o poltergeister, según algunos puristas– son fantasmas que se manifiestan haciendo ruidos o golpes, emitiendo olores extraños, causando desorden, moviendo objetos inanimados, haciendo desaparecer comestibles o realizando ataques físicos a las personas cercanas. Según otro punto de vista, también pueden deberse a fenómenos de telekinesis asociados con el estrés o la tensión emocional.
Como sea, la cuestión es que se trata de fenómenos en los que ciertas leyes de la física son ignoradas por completo, para terror y admiración de los crédulos.
Los dos casos de poltergeist que me llamaron la atención son poco conocidos, a pesar de que resultarían interesantes para todos aquellos afectos al humor escatológico y la risa fácil ya que tienen como elemento en común la ropa interior femenina. Y, por alguna razón que desconozco, otro elemento en común es que ambos han ocurrido en Inglaterra.
El primero de ellos es el más “normal” de todos, ya que presenta las características tradicionales de otros casos de poltergeist.
Todo comenzó en 1995, cuando la entonces joven Brielle Cormier se mudó a su primer departamento de soltera en Upper Buggerinton. El 13 de agosto de ese año ella sintió una presencia en el cuarto, “como si alguien me mirara lascivamente”, según sus palabras. No le dio importancia porque pensó que estaba sugestionada –al fin y al cabo, la decisión de irse a vivir sola había sido motivo de discusión con su familia y aún Brielle tenía dudas de si había tomado la decisión correcta.
Fue a la mañana siguiente, mientras se daba una ducha, que escuchó sonidos, como si alguien respirara fuerte u olfateara. Cuando abrió la cortina le pareció ver que su bombacha sucia caía al suelo, como si algún ser invisible estuviera sosteniéndola y oliéndola.
“Esto afectó bastante mi higiene personal cuando los ataques del fantasma se volvieron más frecuentes, ya que la idea de que el espíritu me viese desnuda en la ducha me ponía sumamente nerviosa”, declaró Brielle años más tarde, cuando el tabloide “The Shrewshire Mirror” la entrevistó a raíz de este caso.
De todos modos, no nos adelantemos. Por el momento miss Cormier trató de atribuir esta experiencia al estrés de la mudanza. Estaba en un estado muy sugestionable y podría haberse tratado de un ruido de una casa aún desconocida sumado a la poca luz del cuarto de baño, el vapor que lo inundaba y que Brielle se estaba lavando la cabeza y el shampoo le chorreaba a los ojos, con el consabido ardor.
Fue días más cuando empezó a tomar más seriamente lo que le estaba ocurriendo. Al regresar la noche del 20 de agosto de 1995 de un encuentro con sus amigos en el pub local descubrió que el cajón de su ropa interior estaba abierto y revuelto.
Esto la sorprendió sobremanera pero, en un primer momento, atribuyó el hecho a su madre –la principal opositora a la mudanza–, que estaría haciéndole bromas de mal gusto para que su hija se olvidara de sus ansias de independencia y volviera al hogar familiar. Cuando la confrontó por este hecho la madre de Brielle negó toda participación en el manoseo de corpiños y bombachas, pero la duda seguía y, luego de una fuerte discusión, Brielle cambió la cerradura de su casa.
De nada sirvió, ya que los ataques a su ropa interior se siguieron repitiendo, lo que tensó la relación con su madre en modo extremo. Brielle se distanció definitivamente de su familia e inició acciones judiciales contra su madre, la cual falleció del disgusto.
Coincidiendo con este hecho, el fantasma dejó de alborotar el cajón pero tomó la costumbre de robar una prenda de su interior.
“Al principio no me molestó,”, comentó Brielle, “al menos ya no tenía que ponerme a ordenar lo que el fantasma desordenaba. Pero con el correr del tiempo la cosa se fue poniendo más espesa, ya que no me alcanzaba mi sueldo para reponer las bombachas y corpiños que el fantasma se llevaba”.
Cansada, en noviembre de 1997 Brielle se muda a otro departamento, con la esperanza de librarse del fantasma y de poder contar con un ajuar íntimo estable en el tiempo.
Lamentablemente fue una esperanza vana, ya que el poltergeist la siguió al nuevo departamento.
Probó mudarse de pueblo y nada, el fantasma bombachero la seguía a donde fuera. “Yo estaba con los nervios de punta, a decir verdad. Ya no me preocupaba por comprar lencería de calidad, total pronto iba a desaparecer en manos del fantasma pervertido”.
En octubre de 2000 Brielle, desesperada, luego de haberse mudado veinte veces a diferentes localidades del Reino Unido, recurrió a una sesión de hipnoexorcismo a cargo del renombrado cazafantasma Keagan Locke-Woosten. “Ni bien vi a miss Cormier sentí una energía extraña rodeándola y la gravedad del caso se me hizo evidente cuando, al iniciar el trance hipnótico, se me apareció el fantasma de su madre. Estaba muy alterada la señora y con justa razón, ya que su hija la había acusado sin fundamentos y la había llevado a la muerte. Me costó varias horas conseguir que Layla Hurley-Cormier se calmara y me dejara continuar con el hipnoexorcismo. Finalmente accedió cuando le dije que si lograba expulsar al fantasma fetichista que acosaba a su hija ella tendría el terreno libre para torturarla con la culpa”.
Luego de este incidente Keagan Locke-Woosten siguió con su terapia, llevándola a niveles más profundos. “La temperatura del cuarto descendió notablemente. Los cuadros de las paredes comenzaron a caerse y la televisión comenzó a transmitir un bizarro programa humorístico-musical en blanco y negro. Años más tarde descubriría que se trataba de la emisión del 10 de julio de 1982 de De lo nuestro con humor, un programa de Argentina, pero en ese momento creí que se trataba de una emisión directamente desde las entrañas infernales. Realmente sentí miedo y estuve a punto de dejar a Brielle librada a su suerte. Por fortuna mi sentido del deber primó sobre el terror y pude finalmente expulsar a un fantasma de un pelirrojo de catorce años del departamento de miss Cormier”.
La intervención de Locke-Woosten fue exitosa, ya que nunca más el cajón de ropa interior de Brielle fue vandalizado.
Eso no quiere decir que sus contactos con el mundo paranormal cesaran definitivamente, porque el pasado 17 de febrero de 2020 cuando Brielle –ya casada y viviendo una vida suburbana en West Ginlynn-In-Leydon– encontró una montaña de bombachas y corpiños en su habitación junto a una nota manuscrita, con faltas de ortografía y en un cockney decimonónico que decía –y pido disculpas por mi traducción que trata de respetar las particularidades del mensaje– “Hestimada seorita Cormier E descubrido que mi Brian le hai estao robando a usté sus prendas intimas femeniles lo questá muy mal sí seorita i me averguenso de su atitud perbertida de mijo la culpa no es mia por aberlo parido sino del borracho de su padre pero aun asi le pido desculpas por lo que le iso y le degüelvo sus prendas aunque que quiere que le diga a mi me parecen un poco descocadas para una seorita de güena familia como usté pero usté sabrá lo que ace con su cuerpo y con su onra. Afetuosamente, Mary Condon de la caye de la Carbonera, Upper Buggerinton”.
El segundo caso es más atípico ya que no se trata de un fantasma obsesionado con la ropa interior femenina sino de una prenda encantada en sí, concretamente una bombacha rosa propiedad de Susan McKinley, de Warksaffax, en el condado de Sodemallshire.
A inicios de la primavera de 2016 Susan empezó a escuchar extraños ruidos provenientes de su zona púbico-cular, usualmente acompañados de olores nauseabundos. El sentido común hizo que Susan atribuyera este fenómeno a la gastronomía británica, que no se caracteriza por la delicadeza ni la sofisticación de sus alimentos, amen de un descuido en su higiene personal.
Pero los ruidos y olores persistían incluso luego de esmerarse en el fregado de partes y de abstenerse de consumir legumbres, coles y otras comidas flatulentas y solo sucedían cuando Susan usaba una prenda en particular, la ya mencionada bombacha rosa.
“No sé cuándo ni por qué la compré, ya que es horrible” se quejaba Susan. Pero, por alguna razón inexplicable, no podía dejar de usarla.
Cuando ya estaba resignada a ser bautizada “Pedorreta Sue” un nuevo giro en los acontecimientos hizo que su situación empeorara. Un giro literal, para ser exactos, ya que el 27 de octubre de 2016 a las 11:22, cuando Susan se levantó para servirse un té, los lápices, papeles, abrochadoras y otros elementos de oficina de su escritorio y de los de sus compañeros se elevaron en el aire y comenzaron a orbitar alrededor de sus caderas, con el consiguiente estupor de los presentes.
Este fenómeno telekinético, aunque breve, fue repitiéndose con más frecuencia, para desaliento de la pobre Susan, cuya vida social iba en declive constante.
“No sé por qué uso esta maldita bombacha. Me queda mal, se me mete en la raya del orto y encima me produce fenómenos poltergeist”, seguía quejándose Susan, que muy a su pesar día tras día no podía evitar ponerse las fatídicas bragas. Sus familiariares y amigos –los pocos que le quedaban– le preguntaban si la lavaba, a lo que Susan respondía que sí, pero que ni bien la ponía en el lavarropas esta volvía a aparecer limpia y perfumada en el cajón, ejerciendo una atracción fatal en la pobre mujer.
Fue el 6 de enero de 2017 cuando, armada de valor y aconsejada por su primo Archie Vador, decidió arrojar la bombacha embrujada a la basura. Como te imaginarás, fue todo en vano, ya que la prenda volvió a aparecer en el cajón, lista para ser usada.
Sin desanimarse, tras varios intentos fallidos de deshacerse de la prenda, Susan tomó unas tijeras e intentó cortar la maldita bombacha, la que no dejaba de retorcerse y escurrirse de sus manos, escapando siempre de los fatales filos.
Archie, que observaba perplejo esta lucha entre su prima y la bombacha, decidió probar una medida más drástica y en un veloz movimiento aprendido en sus años de jugador profesional de cricket, atrapó a la prenda y la arrojó hacia la hoguera ardiente que crepitaba en la chimenea de la casa familiar de los McKinley. ¡Para qué! Ni bien la bombacha se percató de su inminente final entre las llamas giró en el aire, desviando la trayectoria, para luego rebotar sobre la pared de la chimenea y acabar en la cara de Archie, quien en vano trataba de librarse del mortal abrazo de la bombacha.
Susan trató infructuosamente de salvar a su primo de las asfixiantes garras de la prenda, que lo estranguló con su elástico hasta dejarlo sin vida.
Aterrorizada, Susan trató de alejarse del lugar, en busca de ayuda. Mientras tanto la bombacha, haciendo uso de su poder telekinético no solo iba recogiendo los objetos a su paso y los incorporaba a su cuerpo, transformándose en un monstruoso ser con aspecto de cangrejo, sino que además arrojaba los más punzantes y contundentes contra la pobre mujer que huía.
Finalmente, cuando el golem controlado por la bombacha había alcanzado dimensiones colosales, un adoquín que le arrojó impactó contra la nuca de Susan, dejándola seca en el instante.
Dicen los testigos presenciales que al morir Susan se oyó al monstruo decir “¡Ups! ¿Y ahora quién me va a usar?” antes de desmoronarse en una pila de objetos sin vida.
No se sabe qué ha sucedido con la diabólica bombacha rosa. Probablemente haya ido a parar a uno de los basurales de Sodemallshire, tras haber sido recogida junto al resto de los componentes del gólem improvisado, aunque algunas fuentes dicen que, en un último aliento, se las ingenió para meterse por las piernas de Susan y subir hasta su lugar tradicional y ahora está enterrada junto a su dueña. Los más fantasiosos, por su parte, afirman que la bombacha logró escapar y que ahora recorre las calles de Warksaffax, en busca de una nueva víctima femenina de la cual aprovecharse. Obvio es decir que esta última hipótesis es la más popular de todas y que ya existe una incipiente industria turística alrededor de las malvadas bragas de Susan.
Por supuesto, querida Begoña, ambas historias son patrañas, inventos ridículos de la siempre fértil imaginación humana. Pero no por eso dejan de ser fascinantes y siempre es divertido leerlas, así que las comparto con los lectores del Batiburrillo.
He reído y disfrutado en abundancia con su estremecedor relato.
¡Muchas gracias!