Ficción Breve (cincuenta y cuatro), varios autores
Agregado en 21 diciembre 2009 por admin in 203, Ficciones, tags: Cuentos
Este planeta tiene, o mejor dicho, tenía el problema siguiente: la mayoría de sus habitantes eran infelices durante casi todo el tiempo.
Douglas Adams, «Guía del Autoestopista Galáctico».
Los seres humanos siempre hemos tenido una forma de escapar de la rutina, del aburrimiento y de los miles de pequeños fastidios de la vida cotidiana: el sentido del humor. El humor no es metódico, no es previsible, no es racional, pero a menudo puede llevarnos más lejos que la filosofía, la erudición o la compostura. Para que surja la risa entre dos personas (entre un escritor y un lector, por ejemplo) tiene que existir una sintonía, una complicidad, la voluntad y el estado de ánimo apropiados para compartir un juego.
Te invitamos a leer estas Ficciones Breves, llenas de bromas, ideas ingeniosas y situaciones incongruentes, para que, a tono con el resto del contenido del Nº 203 de la revista, termines el año con una sonrisa de satisfacción.
Silvia Angiola
ESPAÑA
En las estatuas ecuestres, si el animal tiene las dos patas al aire, la persona murió en combate. Si tiene una de las patas delanteras elevadas, la persona murió de heridas recibidas en combate. Si el caballo tiene las cuatro patas en el suelo, la persona murió por causas naturales. Y si el caballo no tiene patas, deberías visitar un psiquiatra.
Oscar Sipán nació en 1974 en Huesca, España, donde vive. Galardonado en numerosos certámenes literarios, entre los que destacan el Concurso «Minificción en el margen 2009», que organiza la Universidad de Salamanca, el VIII Certamen Literario Alfonso Martínez-Mena 2008, de Alhama de Murcia, el XXXV Premio Ciudad de Villajoyosa 2007, IX Premio de Libro Ilustrado para Adultos 2006, que convoca la Diputación de Badajoz, el Premio «Don Alonso Quijano» 2006, Málaga, el XXXIII Premio Nacional José Calderón Escalada 2005, de Reinosa, Cantabria, el XVI Premio Nacional de la Asociación de la Prensa de Ávila 2005, el XLI Premio Internacional de Cuentos de Lena, Asturias, 2004, el Premio Dulce Chacón 2004, Cuenca, el Premio Letras Jóvenes 2003 y 2004, de Valladolid, el Premio Paradores de Turismo de España 2003, el Premio Odaluna de Novela 1998 de Albacete o el XVII Premio Isabel de Portugal 2002. Autor de los libros Rompiendo corazones con los dientes (Premio de Narrativa Odaluna 1998, Edisena), Pólvora Mojada (XVII Premio de Narrativa Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal 2003, Diputación de Zaragoza), Leyendario. Monstruos de agua (2004, March Editor), Escupir sobre París (2005, March Editor), Tornaviajes (2006, Tropo Editores), Guía de hoteles inventados (IX Premio de Libro Ilustrado 2007, Diputación de Badajoz) y Leyendario. Criaturas de agua (Libro mejor editado en Aragón 2007, Tropo Editores). Segundo premio en la Convocatoria Axxón Ficciones Breves 2009, categoría Microrrelatos, con el cuento MEMENTO MORI. Hemos publicado en Axxón: MONTAÑEROS, LA VENTANA INDISCRETA
ARGENTINA
Ahora Pancho vive en un baño. Y aunque esto sería un problema para muchos, para él fue una gran solución.
Antes vivía perdiendo las llaves. Nunca podía recordar dónde las había dejado. Pero eso cambió. Ahora ya no las necesita. Las personas tocan la puerta antes de entrar al baño. «Ocupado», siempre responde Pancho, y la gente sigue de largo, buscando algún baño libre.
También, antes de mudarse, Pancho vivía con el dedo chiquito del pie hecho trizas porque cada vez que caminaba a oscuras hasta el baño se lo golpeaba con la pata de la cama. En cambio, ahora que duerme en la bañadera, con solo pararse llega justo a hacer pis.
Lo mejor de todo es que luego de mudarse, Pancho pudo mantener sus mismas costumbres cotidianas: todos los días, al despertarse, corre la cortina (ahora de baño) para ver cómo está el día a través del ventiluz. También sigue haciendo sus ejercicios diarios, colgándose del caño encima de la bañera. Y, relajado sobre el inodoro, lee y relee los envases de sus cosméticos favoritos.
Lo único que realmente cambió en su vida fue que tuvo que contratar a una mujer para que lo ayudara con la limpieza. Es que siendo un ambiente tan chico, enseguida se le apilaba la suciedad.
Mirna comenzó a trabajar en lo de Pancho todos los jueves. Él se iba cambiando de lugar, del inodoro al bidet y del bidet a la bañera, para dejarla limpiar tranquila; y fue de tanto cruzarse en el cerámico del medio que Pancho y Mirna se enamoraron.
Él le regala flores hechas con papel higiénico y ella aprovecha mientras él se baña para escribirle «te quiero» sobre el vapor del espejo.
Pronto se irán a vivir juntos, pero antes a Pancho le encantaría comprar un jacuzzi para dormir más cómodos.
Mirna le pidió si por favor sus padres, ya muy viejitos, podían ir a vivir con ellos. Pero Pancho se negó rotundamente. Le explicó que aún no estaba preparado para compartir la intimidad de su baño con más personas.
A cambio, para conformarla, Pancho le prometió que tendrían un perro debajo de la pileta y Mirna se puso loca de contento.
Liza Porcelli Piussi tiene 31 años y es Licenciada en Psicología, dedicada a la Orientación Vocacional. Este año se publicarán dos libros de su autoría: una serie de doce cuentos cuyos derechos adquirió Grupo SM, y un cuento unitario, cuyos derechos son ahora de la editorial Brujita de Papel. Segundo premio en la Convocatoria Axxón Ficciones Breves 2009, categoría Relatos Breves, con el cuento LETRA POR LETRA.
ARGENTINA
El otro día fui a un casamiento y la novia llegó en helicóptero.
En mi inocencia juvenil ni se me hubiera ocurrido pensar que fuera necesario tanto arte para llevar a esa chica al altar. En realidad, apuntaba a la hermana inmediatamente menor, Delia. Siempre me había parecido más solitaria de lo aconsejable. Concurrí al casorio después de doce años sin verlas, con el peso de la experiencia sobre los hombros, decidido a hacerme valer. Lamentablemente, Delia ya no estaba disponible. Me presentó a Aníbal Corticoide, su novio. Nos estrechamos la mano:
Un gusto mentí, y quizás él también.
Metí la nave espacial en un agujero negro y salí en un futuro que no me correspondía: hermanas, primas, todas transformadas en mujeres hermosas, con lindos vestidos. Delia debería haber sido mi primera novia. Aquel romance quedó en una invitación a salir que en principio aceptó y después rechazó. Amores frustrados de pubertá, adolescencia, o llámelo como quiera.
Un piadoso mozo, veterano de la profesión por mucho más que las abundantes canas plateando su cabeza, se encargó de llenar mi copa de champán durante toda la noche, cargándola apenas vaciaba la mitad, nomás para evitarme la comedia de comparar el vaso medio lleno o medio vacío:
El muchacho está triste decía.
Me brindé al lujo de la bebida cuyas efervescentes burbujas suben al cerebro con la fuerza de una erupción volcánica, sintiéndome Enrique Cadícamo reencarnado en un Palais de Glace del siglo XXIV y medio. De fondo, cantaba Carlitos Gardel, ensartado al ritmo frenético del prende y apaga.
«Dios no juega a los dados», afirmaba Einstein.
¡Digaselón al Cadícamo del hiperespacio, digamelón! exclamé, embebido en el pensamiento. Encajé la nave espacial en la banquina de un agujero negro y aparezco en otra época de otro tiempo, y ni siquiera soy yo mismo. Voy a agarrar a la novia y le voy a… ¡hip!
Hay muchas chicas hermosas en la sala, pero lo siento, estoy casado declaró el marido, galera en mano. Las señoritas que quieran casarse, al centro de la pista.
Y fueron, apiñándose a empujones, pisándose los vestidos. A Delia se le escapó un pezón, o eso me pareció. Su hermana lanzó el ramo. Voló angustiosamente tres o cuatro segundos.
Lo agarró una desconocida.
Ahora llegó el turno de los señores dijo el marido, exhibiendo una corbata roja con puntitos blancos. La más horrible corbata que vi en mi vida. El ritual del ramo de flores era viejo y conocido en cualquier planeta, pero no tenía idea de una competencia masculina. Quienes quieran sentar cabeza, ahora o nunca.
Entonces, lo supe: estaba ahí para ganarme esa ridícula corbata. Caminé resuelto a la pista de baile. Delia me vio, al principio sorprendida. Después, advirtió mi convicción. Sonrió de oreja a oreja. Me sentí poderoso:
¡Sólo vine por la corbata! grité, ¡sólo vine por la corbata!
Empujé, pegué, raspé, agredí verbalmente a los otros participantes, sintiendo una gran tensión, propia de los momentos cruciales de la existencia, pero el marido lanzó la corbata lejos, muy lejos.
Tomé varias copas más hasta sentir el peso de la relatividad en la carne. En uno de mis frecuentes viajes al baño, me crucé con mi hermano menor, Maxi. También había ido al casorio. Viendo el pedo que tenía, decidió devolverme a mi mundo, pero sin dejarme pilotear la nave:
La clavaste en un agujero negro, Quique protestó, maniobrando con el nerviosismo propio de quien bebió dos tragos y no quiere hacer macanas. Más tarde lo invité a fumar un porro, pero declinó la oferta amablemente: en su planeta, las leyes de tránsito eran muy estrictas.
Javier Goffman nació en 1977. Trabaja en un estudio de contabilidad y es un cantante y músico reconocido en el ambiente del blues local. Ha publicado algunos cuentos en Axxón (AMAZONAS DE LA MACETA, BURROS MÁS VELOCES QUE LA LUZ, LA VACA NO ES UNA VACA) y en antologías ya perdidas.
CUBA
Del pobre viejo decían que era un extraterrestre; que a pesar de vivir durante años en la Tierra aún hacía cosas extrañas. Desde luego, yo no creía una sola palabra de esas historias. Un día lo vi en el parque, en una postura inusual. Aproveché la ocasión y, pinchado por la curiosidad, me acerqué a él:
Buenas tardes.
No moleste: estoy moñingando dijo sin inmutarse.
Por más que lo observaba no entendía qué estaba haciendo y cómo.
No me tome el pelo; y déjese de bobadas, que se va a partir la columna.
En Burundanga quizás, aquí es muy fácil.
¿Qué es moñingar?
No lo entendería.
Estaba apurado y la conversación no avanzaba. Intenté dar un golpe maestro, para ridiculizarlo frente a la multitud que se agolpaba.
Veinte pesos le doy si me enseña a moñingar.
No. Aunque usted lo intente, no podrá.
¡Pues váyase a la mierda! exploté.
¡Y usted a ñatuflarse la grufa! Pero qué digo farfulló, tampoco podría.
Me escurrí discretamente, convencido de no querer saber qué era aquello.
Claudio Guillermo del Castillo Pérez nació el 13 de septiembre de 1976 en la ciudad de Santa Clara, Villa Clara, Cuba. Es ingeniero en Telecomunicaciones y Electrónica, graduado en la Universidad Central de Las Villas. Trabaja en el aeropuerto internacional «Abel Santamaría» como Técnico en Servicios de Radionavegación y Comunicaciones Aeronáuticas. Antecedentes como escritor: Obras de teatro: Año Nuevo, Guayabas verdes, Perronejos. Cuentos: Séptimo Sentido, TERCO, Error de Juicio, El Mago, PUDO SER, Convicción, Alien, Mundo mp3, La Era del PPM, Mínima Epopeya, entre otros.
ESPAÑA
Culpó a mis amigos. Me los lanzó, literalmente, contra el cuerpo. Lloraba y gritaba pero yo no entendía nada. Sólo veía cada uno de mis libros volar y aterrizar brutalmente contra el parqué. No lo pude soportar, la agarré del cuello y le metí la cabeza dentro del televisor. Hay que saber elegir las amistades.
Vanessa Carbonell Bernabeu nació en Madrid en 1988. Es hija de madre brasileña y padre español. Desde pequeña la apasionan la lectura y los animales. Por varias desgracias ocurridas en la familia, comenzó a escribir muy temprano, a los 12 años, sobre sentimientos y emociones fuertes. Estudia Psicología en la Universitat Jaume I (Castellón) y es columnista semanal en el periódico Ciudad de Alcoy (crítica literaria). Ama las letras, los animales, las mentes y los espacios abiertos.
ESPAÑA
Los vocablos que nadie utilizaba, en el paro, se manifestaron por las calles de Metrópoli, la capital del mundo, para reclamar trabajo. Fue la manifestación más multitudinaria de la historia. Y no se escuchó ni una palabra.
Salvador Robles nació hace 52 años en Águilas (Murcia), aunque reside en Bilbao desde los diez años. Está casado y tiene un hijo de 27 años. Es periodista y pedagogo, y ha publicado hasta la fecha 17 libros: tres novelas, cuatro volúmenes de microrrelatos y once libros de ensayo, de psicopedagogía y literatura divulgativas.
ESPAÑA
Ocurre una de cada trillón de veces. El mosquito picó al humano en la base del cráneo, justo en un punto mínimo a través del cual se puede acceder a las neuronas responsables de la conciencia.
Durante la acción del picotazo, se produjo un intercambio neuro-existencial. El hombre comenzó a vivir como un mosquito, y el insecto como un humano.
A partir de entonces, el hombre viajó sin parar, contemplando fascinantes paisajes y viviendo aventuras emocionantes.
Y el mosquito llevó una vida de humano: dos horas de atasco a la mañana, diez horas de trabajo, dos horas de atasco a la tarde, tres horas de tele. Al día siguiente dos horas de atasco, diez de trabajo, dos de atasco, tres de tele. Al día siguiente…
Ricardo Manzanaro Arana nació en San Sebastián, España, en 1966. Es médico y se ha dedicado a la estética. Es asistente habitual desde su fundación hace trece años de la Tertulia de ciencia ficción de Bilbao. Mantiene un blog de noticias sobre ciencia ficción y hasta ahora ha publicado varios relatos, algunos impresos y otros en webs. Este año 2008 lleva la administración de los Premios Ignotus. Hemos publicado en Axxón: INVOCACIÓN, MUTACIÓN, DEBATE ELECTORAL, RECUPERACIÓN, ORGANIZACIÓN, SEMINARIO DE ERGONOMÍA, TIEMPO, NOTICIA, CUOTA DE AVERÍAS.
MÉXICO
Supe enseguida que era un sueño porque encontré una vaca bebiendo agua del fregadero. Lo confirmé al asomarme por la ventana: había cuatro lunas. Tomé las llaves del auto. Zavala me había hecho la vida imposible primero en la universidad y luego en la oficina. Era mi oportunidad. Me desquitaría aunque fuera durante un sueño. Llegué a su casa y toqué la puerta. Me abrió él. Antes de que pudiera decir algo, me le fui encima y cerré mis manos en su garganta. Fue un placer indescriptible mirar sus ojos desorbitados. Pude incluso patearlo.
Al regresar a casa, encontré abierta la ventana de mi dormitorio. Me asomé: Raquel, mi esposa, estaba en la cama con cuatro hombres. Mi primer impulso fue gritar, pero las palabras no sonaban y Raquel siguió revolcándose con el cuarteto. En ese instante desperté. Estaba sudando. Consulté el reloj: ya eran más de las ocho. Me di un baño y entonces fui a la cocina. Después de servirme un plato con huevos, Raquel dijo: «Te tengo una noticia terrible: acaban de decir en el noticiario que tu amigo Zavala amaneció muerto; su esposa asegura que mientras dormía comenzó a forcejear con el aire y que luego se agarró la garganta como si se estuviera asfixiando». Se me atoró el huevo en el cogote del puro susto. Miré a Raquel: a pesar de que se esforzaba por ocultarla, una sonrisa amplia le atravesaba el rostro.
Daniel Avechuco Cabrera tiene 23 años. Es Licenciado en Letras Hispánicas y actualmente estudia un postgrado en Literatura Hispanoamericana. Hemos publicado en Axxón: LOS LOCOS.
ESPAÑA
Sólo hice un movimiento sigiloso para tomar la foto. ¡Era algo único, no había visto nunca un espécimen igual… y estuve a punto de olvidarme de todo lo que había pasado! De pronto, como si se tratase de la culminación de una burla, la figura del bicho se diluyó en sus trazos fósiles sobre la superficie de la roca, para desaparecer por completo acto seguido. Era ya la tercera foto que perdía por falta de sincronización después de la del primer crimen de Jack el Destripador y la de Gottwald de pie aún junto a Clementis. De modo que, preso de una indescriptible frustración, ajusté los relojes de la máquina y enfilé de vuelta a casa, decidido a exigir como poco la devolución de los créditos que me habían descontado por un cronosafari claramente engañoso.
Nació el 16 de Enero de 1948, en Mendoza, Argentina, pero vive desde 1976 en España y desde 1984 en Madrid. De profesión informático y con estudios de ciencias exactas, acabó dirigiendo desde 1992 una empresa de distribución de productos digitales de alta gama. Tiene dos hijos estupendos y, por el momento, un nieto que promete dar que hablar… Publicó sus primeros relatos en Mendoza, Argentina, obteniendo en 1968 el tercer premio en el concurso de cuentos organizado por el diario «Mendoza», de cuyo jurado formó parte Marco Denevi. En 1988, resultó finalista en el concurso internacional de cuentos que organizó la Editorial Ultramar con el cuento «COMER CON EL PICO Y BATIR LAS ALAS HASTA QUE HAYA MÁQUINAS EN EL CIELO» (apareció inicialmente como «El pico en su sitio…») y se publicó en la antología «La fragua y otros inventos» de la mencionada editorial. Ha terminado un libro de cuentos titulado «Nueve tiempos del futuro», de los cuales «Viaje de vuelta» apareció inicialmente en Artifex Segunda Época, Nº 9, Madrid, y luego en la antología «Fabricantes de sueños 2004» que editó la Sociedad Española de Ciencia Ficción y que reúne cada año «los mejores cuentos publicados en España durante el año anterior» dentro del género fantástico y de ciencia ficción. También se publicó en la revista digital argentina Axxón a los que siguieron algunos más. Otro de esos «Nueve…», titulado «El hombre que aprendió alterar la armonía del universo», integró la antología «Visiones 2004» editado también por la SECF y uno más «Un puntito oscuro entre los cuatro mares» lo hizo en la antología «Visones 2007». Algunos más así como varios microcuentos están alojados en la red en otros sitios y en su propio blog. Publicó algunos microcuentos y minicuentos en los sitios web «Microrrelatos» y «Breves no tan breves». Y si algo se dijo de varios de ellos es que coquetean con las temáticas de Úrsula K. Le Guin y George Orwell. «Una nueva conciencia» es la primera novela que publica (editada por Mandrágora en 2007). Le dedica bastante al blog que lleva el mismo nombre que la mencionada novela, escribe nuevos cuentos y microcuentos y pretende acabar sin prisa la corrección de su segunda novela (con ingredientes propios del género fantacientífico) mientras diseña una tercera (en cierto modo fantástico-realista). Hemos publicado en Axxón: VIAJE DE VUELTA, LA NIEBLA, SI UNA MALA JUGADA DEL TIEMPO, PARA QUE SE CUMPLA EL PLAN, LOS DINOSAURIOS
CUBA
La irrupción en el espacio terrestre duró cinco minutos. Cinco minutos en los que fueron vaporizados los asentamientos humanos cuya extensión superaba los diez kilómetros cuadrados; los transportes aéreos, terrestres y marítimos en movimiento y las centrales energéticas del planeta. Los humanos que por casualidad sobrevivieron quedaron en estupor, luego se despeñaron hacia el miedo absoluto. Y fue entonces que a cada mente terrestre llegó el mensaje:
«Mi nombre es Xanatre. Soy el Jefe de Comunicaciones del Séptimo Ejército de la Democracia Bran. Por un error de programación trescientas naves no tripuladas fueron enviadas a su planeta para la realización de prácticas de ataque. Los esfuerzos por detenerlas resultaron infructuosos. El Estado Mayor del Séptimo Ejército me ha encomendado les trasmita nuestro pesar por este incidente, asegurándoles que será investigado para evitar su repetición. Asimismo, debido a su gravedad, presentaremos al Jefe de Gobierno una solicitud de ayuda a su civilización, solicitud que creemos será debatida en la próxima reunión del Parlamento, en dos meses. Les reitero nuestro pesar por este incidente y solicitamos su comprensión y paciencia.»
Dos meses después, el punto más importante debatido en la reunión del Parlamento Bran, fue el error y no el primero del oficial Xanatre y su equipo del Departamento de Comunicaciones, de no traducir a los lenguajes humanos el mensaje, sino trasmitirlo en el original Bran, que los terrestres percibieron como un destello luminoso de quince segundos, cuyas secuelas consistieron en hipersensibilidad visual, auditiva y olfativa durante veinte minutos, seguida de pérdida de conocimiento durante tres o cuatro días… como mínimo.
Sociólogo, profesor universitario y narrador. Licenciado en Sociología. Maestrante en Sociología. Egresado del Curso de Técnicas Narrativas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Tiene inéditos los libros de cuentos Los rostros que habita y Crónicas de Mundo Dun. Reside en Ciudad de La Habana. Hemos publicado en Axxón: EL SUICIDO DEL SEÑOR K, ELLOS.
CUBA
Cuando desperté, la polilla ya estaba ahí.
¿Qué eres? me preguntó.
Un cuento respondí, aunque la interrogante me cosificara.
Ya lo veo. A juzgar por las tachaduras y palomitas pareces un original.
Las palomitas son del vecino, un informe de balance que las cría. Pero sí, soy un original y me temo que así permaneceré.
Pareces algo triste, ¿acaso eres un cuento triste?
No, más bien soy fantasioso, algo humorístico…
¿Y entonces por qué tanta tristeza? volvió a inquirir la polilla luego de echarle un vistazo a mi vecino.
¿No lo ves? Apenas abro los ojos y hasta tú me preguntas qué soy. Imagina cuando llego a la redacción de una revista o a una editorial: me registran todos los entresijos. Que si no muestro los recursos estilísticos más novedosos, que si no ahondo en las causas del conflicto que abordo… En fin, me evalúan pero no me leen. Simplemente regreso a esta gaveta, donde llevo años.
La polilla meditó unos minutos.
En verdad que eres un cuento triste dijo, antes de devorar a mi vecino el informe. Quizá lo prefirió por aquello de que una buena sopa de letras es mucho mejor acompañada de palomitas.
CUBA
Al igual que todos mis semejantes, pocas veces me he preguntado si soy un estúpido. Sé que no hay ningún motivo para alarmase: ignorar lo que uno es constituye uno de los rasgos típicos de la conducta humana. Pero a veces la vida viene a recordarnos nuestra real condición, ejemplo de ello son las líneas que siguen:
Por las mañanas, cuando despierto, mi costumbre es permanecer un rato sentado al borde de la cama, quizá quiera asegurarme de que todo en mi habitación conserva la geometría habitual. Hoy, sin embargo, cuando me disponía a levantarme para ir al baño y luego pasar a la cocina en busca del desayuno, otro lo hizo en mi lugar. Poco después lo vi vestirse con algunas ropas mías y salir a la calle. Era otro yo, un sosias, una réplica que comenzaba una existencia independiente o paralela a la mía. Decidí permanecer en casa y no le otorgué demasiada importancia al asunto hasta que, a la tarde, él regresó.
Entonces me contó, y debo confesar que le escuché con cierto sobrecogimiento, de cuanto había acontecido durante mi supuesta jornada laboral, y cómo, a la salida del trabajo, me había visto en una parada conversando con una joven. Le aclaré que no podía ser yo, que no había abandonado la casa en ningún momento del día. Pero mi sosias continuó imperturbable. En un momento determinado, aseguró, al aparecer un ómnibus, había dejado prácticamente a la chica con la palabra en la boca y me había abalanzado en medio del tumulto para abordarlo. Luego de mucho forcejeo, y ya con un pie en el estribo, volteé hacia la muchacha y, de acuerdo con este testimonio que escuchaba atónito, ella me preguntó si volveríamos a vernos mañana.
¿Y qué crees que hiciste?
Cómo iba a saberlo si no estaba allí. Según él, en lugar de obsequiar a la muchacha con una respuesta afirmativa, o una evasiva, como dicta la suma de la prudencia y la experiencia, pues en un peligroso gesto romántico abandoné el estribo y a codazo limpio entre el tumulto regresé hasta donde ella. A mi sosias aquello le pareció la mar de interesante y se acercó para escuchar.
¿Sabes qué pregunta tan inteligente hiciste?
Para adivino yo. «¿Y ahora qué hacemos?». No me lo podía creer, y la respuesta de la joven, siempre según este incómodo testigo, fue un cubo de agua fría con hilachas de fibra de vidrio: «¿Por qué no te fuiste?» Y eso no fue todo, para mi doble, a estas alturas del partido la única salida posible era lanzarse de lleno a la conquista y no, como hice yo, agarrarme de un «ésta venía repleta, voy a esperar la otra». Pero no hubo tiempo para más, llegó otro ómnibus y entonces la chica, apenas sin despedirse, se lanzó como un hoplita en medio de la batalla para subir.
¿No recuerdas qué se te ocurrió en ese momento de frustración?
Chasqueé la lengua. «No te vayas, espera, déjala pasar…» Y menos mal que no se te ocurrió mencionar la crisis global, el cambio climático o cualquier otra cosa que no venía a cuento, se respondió a sí mismo. Y todo por no seguir lo que dicta la experiencia: simplemente asegurarle cuando estabas en el estribo, que se volverían a ver, prepararte para ese encuentro y, sobre todo, dejar que ella se preparara. Ella no esperaba que te bajases como un colegial de la guagua…
En ese instante llamaron a la puerta y mi sosias, como si se encontrara en su propia casa, ¿o es que también esta era su casa?, fue a abrirla. Regresó a los pocos minutos:
Era la joven de la parada, venía a disculparse por su comportamiento de esta tarde…
¿Y por qué no la hiciste pasar? ¿Por qué no me avisaste?
Supuse que estaba equivocada, como todo el tiempo has estado afirmando que no eras tú el de la anécdota, que no has salido de aquí.
Muy dulce afloró en mis labios la imprecación. Todos los días, afirman, sale un estúpido a la calle; pero en ocasiones no era necesario salir para comportarse como tal. Ni quise comer, me acosté a dormir hasta el día siguiente y… Entonces sentí que me despertaba dos veces, que dos veces me sentaba al borde de la cama y, en la mesa de noche, daban la hora dos relojes despertadores. Apenas me inmuté.
Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana, 1985. Como fundador e integrante del grupo Nos y Otros (1982-1988) es coautor de numerosos textos aparecidos en varias publicaciones cubanas, así como del libro Aventuras del Caballero del Miembro Encogido, y del guión del filme Alicia en el Pueblo de Maravillas. A título individual ha publicado poemas y relatos en varias publicaciones culturales cubanas y de Argentina. Ha merecido varias menciones en certámenes poéticos, la más reciente el pasado año cuando resultó Primera Mención en el Concurso Luis Rogelio Nogueras, así como los premios Cauce y Habáname en 2002.
ESPAÑA
Kafka disfrutaría con los argumentos que el conocido entomólogo Hernando Sabater, actual premio Príncipe de Asturias de Ciencias de la Naturaleza, publica en el Boletín de la Asociación Española de Entomología. En uno de los artículos de la prestigiosa revista, el profesor Sabater no está de acuerdo con lo establecido por sus colegas. El premio Nóbel don Cándido Yepes, el inolvidable Miquel Serrat y la insigne Paola María Matutes acreditaron, tras múltiples años de investigación, que los coleópteros presentaban una metamorfosis completa: las larvas se convertían en ninfas o pupas y posteriormente en imagos o adultos. Sin embargo, Sabater augura que el leptinotarsa decemalineata vulgarmente conocido como escarabajo de la patata, supera dicha transformación. Su voracidad le convierte en un ser inteligente, parecido al hombre. Todo lo que toca lo arrasa afirma con convicción y, por ello, asegura en su informe que estos insectos en un futuro vivirán igual que los humanos y que incluso superarán a nuestra raza… En los medios de comunicación lo tildaron de loco. Los círculos científicos borraron su nombre de las listas y hasta en los carnavales de Cádiz le cantaron las chirigotas… Pero él prosiguió con sus estudios.
Esta mañana, Lourdes, la asistenta, ha abierto las ventanas del despacho. Huele a cerrado y a algo que, en un principio, no logra identificar… La ropa del profesor se halla amontonada en el suelo.
¿Qué habrá pasado? se pregunta con un rictus de sorpresa.
Segundos después, un grito escapa de su garganta. Coge la zapatilla y arremete sin compasión contra el bichito negro y repugnante que intentaba descender por el diván.
¡Ya está, uno menos!
Lourdes se marcha de la habitación y el olor a patata vuelve a inundar toda la estancia. Un hombre desnudo sale de su escondite. Se viste minuciosamente y luego se mira en el espejo. Una sonrisa maquiavélica se dibuja en sus labios.
¿Quién puede decir que no soy Hernando Sabater?
María José Domínguez García nació en Huelva el 24 de agosto de 1969. Trabaja como autónoma en una empresa familiar y es auxiliar administrativa, aunque su gran pasión es la Literatura. Ha escrito hasta la fecha dos novelas: El Oráculo de Sira, una novela de corte fantástico, y El Descubridor de Sueños, una historia ambientada en los años 70. Sin embargo, todavía no han sido editadas. Es miembro de la Asociación Cultural de Mujeres Tertulia Literaria «Nuevo Horizonte» 2002 de Huelva, compuesta por las Nuevas Mujeres de la Literatura Onubense y, además de participar en concursos literarios, asiste a talleres impartidos por jóvenes autores de su provincia. Ha quedado octava finalista en el 5º Certamen Internacional de Relato Breve «La Lectora Impaciente» con el relato «El baúl de los recuerdos». Éste ha sido publicado en un libro de soporte electrónico titulado Giramundos con los poemas y relatos de los premiados y los restantes finalistas. Ha publicado una antología de poemas y relatos cortos titulada «Palabras de mujeres onubenses» con la asociación literaria a la que pertenece.
ESPAÑA
El orgulloso Melchor depositó el cargamento de oro a los pies del Niño. Después miró fijamente a los ojos del Bebé y en lugar del esperado agradecimiento recibió como respuesta la visión instantánea y completa de la vida del futuro Mesías. Todo el Nuevo Testamento, en sus cuatro versiones oficiales completadas por varias apócrifas, pasó ante sus ojos en un momento como por arte de Magia.
A la vuelta, mientras sus despreocupados compañeros cabalgaban hacia sus reinos sintiendo el alivio del deber cumplido, Melchor rumiaba cabizbajo una de las sentencias que el Maestro en pañales diría en el futuro. Esa maldita frase le impresionaba mucho más que todas las hazañas, los amigos rarísimos, la cruenta pasión y el truco final con que sorprendería al Mundo ese desobediente sin remedio.
En cuanto llegó a su lejano país mandó construir una aguja de tamaño gigantesco que plantó a la entrada de su reino apuntando al cielo. A partir de entonces por el ojo de la aguja convertido ahora en puerta del Reino pudo salir cada Navidad con su camello cargado de lingotes, sin ningún remordimiento de conciencia.
El jeque Mansur Al-Fahim, descendiente de Melchor por parte de madre, nunca se atrevió con las agujas de veinte metros de altura por miedo a despertar sospechas en la industria armamentística. Pero su sangre le pedía hacer algo al respecto, soñaba constantemente con agujas que se le clavaban en sus acolchadas nalgas. Decidió compaginar sus negocios con el oro negro con una inocente afición por las telas y la costura. Para coser el tosco tejido de los burkas de sus mujeres la industria del país iba a necesitar un tipo de agujas ligeramente más grandes que las normales. Así fue como desarrolló con la misma pericia que su antepasado para hacer posible lo muy difícil el próspero negocio de las agujas de diez centímetros. De esas que pueden encontrarse con facilidad en un pajar.
Paz Monserrat Revillo vive en Molins de Rei, Barcelona, España. Nació en Tortosa en 1962. Está casada y tiene cuatro hijos. Es licenciada en biología y profesora de secundaria en un instituto de Sant Joan Despí (Barcelona). Master en Educación Ambiental. Ha ganado varios premios literarios: Primer premio de microrrelatos DDOOSS (Valladolid), Segundo premio en el II Certamen «Cuéntanos tu viaje» (Areas, Barcelona), y ha quedado finalista en varios certámenes más (Acumán, grupo Búho, certamen literario «El laurel», Premio Ciudad de Getafe, Relatos breves Sant Joan Despí). También ganó el primer premio como coordinadora de un trabajo para el certamen de jóvenes investigadores (1996). Hemos publicado en Axxón: OFICINA DE EFECTOS PERDIDOS.
ESPAÑA
El hilo musical de este ascensor es una secuencia cutre de plugins programados; empiezo a navegar, como hago a diario, en mi persecución obsesiva de la postmodernidad y otros virus asesinos de la artesanía que Mackmurdo tampoco habría aprobado. Entonces miro al suelo (ya estamos en la planta tercera) y diviso una peca. El elevador se detiene y al abrirse las puertas deslizantes descubro en el suelo otro montoncito de pecas. Me sorprendo al observar que el número de pecas aumenta descaradamente mientras avanzo por el pasillo de paredes blancas sin gotelé. De pronto se abre una puerta de haya y trescientos millones de pecas se abalanzan sobre mí con intención de devorarme viva, metiéndose algunas en mi ojo izquierdo, en el bolsillo del jean, en el escote y en mi mochila de cuero semiabierta. Un podólogo tiene que tener cincuenta y ocho años, medir 1,74 m, y tener barba gris (áspera). ¿En qué momento intervino Dios en mi camino, con lo agnóstica que soy, y decidió unilateralmente vapulear mi ego enviándome un diplomado en Salud de veintiséis años, 1,90 m, ojos miel y nariz pecudísima? Tras seis meses calzando tacones de veinte centímetros con más strass que las cortinas del Garden, mis pies parecen paradójicamente por haber querido ser más femeninos sobre el escenario de un teatro, los de un peón de Villaviciosa de Odón; y no soy capaz de convencerme de que eso de que la primera impresión es importantísima sea un mero invento del Corte Inglés para que compremos pashminas y sprays para el aliento. «Señorita, pase por aquí», y mi autoestima y mi subconsciente subsumidos a la sociedad cobijada en estereotipos de los que a menudo resulta imposible desvincularse, me lanzan la esperanza de que se trate del recepcionista cachondo de una podóloga viuda de cincuenta y ocho años, 1,57 m de altura y barba que, por mucho que trate de disimular con un plastrón de Max Factor, se insinúe gris a la par que áspera. Pues de eso nada. Este macizo me va a limar los callos.
Robert Redford dice en «Memorias de África» que nadie escribe sobre pies… Con un 42 (43 en deportivas de Pull & Bear) una se pregunta dónde alberga la feminidad. Luna, Diosa Madre, reina del cielo, desconozco si eres mujer por tus formas curvilíneas, por tu sinuosidad y tu sutil aparecer, por tu encanto y capacidad para protagonizar canciones de Van Morrison; lo que está claro es que tú no tienes pies. Al menos en Barcelona, tras la proliferación de drags y otras figuras masculinas antimisoginia que han incurrido solemnemente en la esfera femenina, las hembras humanas como yo ya tenemos derecho a calzar zapatitos y ejercer ese deber que se pinta como intrínseco de la feminidad: la belleza. Ya decía Walter Benjamin, dandi, que la belleza es fruto del artificio, de hecho, algunas señoritas en una cita repiten eso de «Hoy no hago más que mear», considerando que decir «mear» es una nimiedad ante la posibilidad de no tener el pelo perfecto, y huyen al baño a cardarse el cogote, o a tirarse un pedito y ponerse Channel después. Y es que las chicas de Campo (de Club de Campo) asumen el yugo del sufrimiento indispensable para parecer más monas, entendiendo por «monas», no tener el culo pelao sino el bolsillo, tras varias tardes en «Mango 2» y «Lefties». En ocasiones, además de ver muertos (sólo en Jueves Santo y Viernes Santo), estas señoritas bastión, no siempre, de ideas conservaduristas y proteccionistas, adquieren en mantas de africanos, copias de «bolsis y gafis súper chulis». Pregúntome yo, por qué sucumbimos las mujeres a estrecheces y encorsetamientos en la lucha por el trono de la feminidad. Y respóndome yo que, al parecer, nos hace más delicadas y protegibles por el hombre que ampara al sexo débil, que no es débil en sí, sino por un amaneramiento forzado en aras al refuerzo de la supremacía del macho. Aunque, no neguemos, que a nosotras también nos va que nos rodeen en la cama y el rollo ése de la barba de siete días. Incluso a las de novio con polito y náuticos.
Total, un día sales del máster cansada y decides soltarte la melena (en el sentido figurado, claro, ya conocemos a las chicas de Campo) y vivir una experiencia. Entonces, acudes rauda y veloz cual Frodo en busca del anillo, a Starbucks, a vivir la experiencia del café. Tú mereces sentirte especial y única, tú te lo mereces, mereces pagar 2,50 por un macchiato, que desde luego es mucho más que un cortado. Enciendes el mac mientras tarareas el último single de McCartney en ese sofá unipersonal que te hace parecer una ejecutiva poco agresiva y muy vulnerable a comentarios sobre tu peso o el color de tu chaqueta. Un yanqui muy western se tropieza con la punta de tu zapato de bruja del Este, y restriega el quesico de su focaccia por tu barbilla. Miras de refilón y su paquete resulta quedar a la altura de tu nariz aún virgen de cirugías. Con un «sorry» poco sincero te sonríe desde ahí arriba y tú, aún con el cheddar en el carrillo, te sorprendes durante unos lentos y dilatados segundos disfrutando de esa perspectiva. Súbitamente, un sentimiento sórdido de culpabilidad te abofetea y te levantas rapidísimo al baño a lavarte la mancha amarilla y reponer la porción de maquillaje. Vuelves a tu trono y, sintiendo haber recuperado tu feminidad, pretendes obviar lo sucedido resolviendo ese ejercicio práctico que te ha mandado el de Fiscalidad. O sea, que entras en Google, y escribes «Renta per cápita». De pronto, Google, con esa prepotencia que lo caracteriza y queriendo hacer gala de lo muy unido que está a ti, te indica de modo amable: «Quizás quiso decir: Oscar de la Renta». Ese día, chica de Campo, tal vez comprendas que deberías plantearte ser algo más que lo que Schopenhauer calificaría de «único animal de pelos largos e ideas cortas».
Casi todo lo que soy es más latente que patente en estas líneas… ¡qué decir! He cantado para emocionar y recibir afecto sobre escenarios grandes y chiquitos, he escrito caudales de pesimismo y me he sentido dichosa por contagiar ilusión. Me licencié en Comunicación audiovisual, lo que aparentemente me hace más aceptable en este sistema tan afectado por la titulitis. Confieso que una carrera de periodismo a medias tintas me espera en una estación de tren, pero riego mi blog tres veces al mes. También me enseñaron a organizar eventos gracias a los ahorros que acumulé cantando Cabaret y Evita en el teatro del Grand Mistral, y a pesar de no gustarme las lentejas y otros cocidos de viejas, tengo buena salud. Compro discos y gané un premio por un corto que se hacía eco de la amalgama de la suerte y el capricho del destino. Hoy me dedico al Marketing en la discográfica más grande del mundo. No sé si los dedos de los pies se llaman como los de las manos; y a pesar de ello, me pretendo suficientemente capaz de compartir con vosotros tanto como tengáis de hospitalarios.
ARGENTINA
Sánchez sintió nuevamente su corazón aferrado a los rieles del fracaso. Una fría sensación de ser arrollado nuevamente por el mismo tren que diariamente lo llevaba desde el sur de la ciudad a la estación del oeste, donde quedaba su trabajo. No era la primera vez que le pasaba, y luego se aferraba al muslo blanco (izquierdo) de su mujer, que resoplaba como una locomotora agonizante.
A veces la vida es como un andén vacío, otras veces, como el expreso de la una, atestado de gente, pero también sabe ser como una cueva de comadrejas.
Y así se sintió Sánchez, como una comadreja adulta, abrazado a un muslo blanco, queriendo evadirse bajo los efectos de esa especie de narcótico.
¡No lo lograrás, Sánchez!
Sólo un pensamiento ocupaba insistentemente su cabeza:
¿Habré tirado por la borda mis mejores años?
Y, desde los rieles, un grupo de marineros le contestaba:
¡Sí, comadreja!
Sánchez se aferró tanto al muslo de su mujer que se lo arrancó.
Deja ese muslo, Sánchez, esa hebra nívea que urdes en el gobelino de tu desdicha.
¡Papá, no corras, te esperamos! (Gritó la prole)
Pero él corrió. Debía llegar a tiempo a la reunión de directorio.
Una cruz es la mejor forma de tomar sol en el ocaso.
¿Cómo? ¿Qué dice, Sánchez?
Que una cruz es la mejor forma de tomar sol en el ocaso. Bah, yo pensaba…
Sánchez se sonrojó como una avispa huérfana cuando estas palabras volvieron a escapar inexplicablemente de su boca.
El destino a veces nos juega una mala pasada dijeron sus zapatos.
El gerente jugaba nerviosamente con su encendedor de oro. El procurador general tenía cara de infamia. Ramírez trataba de concluir el balance. El sub-gerente envidiaba el encendedor de oro. Clara ponía sacarina en el café. Todos esperaban que él se explicara, el encendedor, brillaba. (A Clara, la secretaria, no la dejan opinar).
La frase de Sánchez seguía flotando en la habitación, sembrando el desconcierto, como un ovni anaranjado sobre un picnic de físicos. Una que otra sonrisa se esbozaba, una que otra ceja se elevaba, una que otra corbata se anudaba. Sánchez miraba sus manos, cada vez más distantes. (Extrañaba su muslo). Al fin, se retiró, pero se dio cuenta recién en su casa, su casa de adobe, su casa de niebla, su sueño maltrecho, su tímida espera. Subí que te llevo, subite a tu suegra, comprale una nube, donale tu esperma.
¡Acabemos con Sánchez de una vez!
Observemos sólo la ausencia que envuelve su silla, la soberbia sin agallas de sus patas torcidas, sus travesaños roídos por lo anónimo, las inclinaciones tumultuosas de su respaldo, su evasiva falta de ser. Y allá abajo, caminando entre sus patas, una hormiga rumia su éxtasis, sólo segrega. Más abajo, el frío mosaico. Más abajo, el aislante térmico. Más abajo, la araña, colgada, reluciente, calidoscópica de reflejos, estroboscópica con frecuencia nula. Más abajo, Clara, la secretaria en su escritorio. (A Clara no la dejan opinar).
La reunión continúa en su cabeza. Le preocupa la actitud de Sánchez, su inminente carpeta médica por problemas psicológicos. Pero le preocupa más la fría actitud del gerente. A ella le hubiera gustado que él fuera más cortés, que aunque sea le hubiera echado la sacarina en el café. Pero así es la vida… ¡Oh, corazón! Desparramas los recuerdos del frasco de tus años y echas a volar los deseos como una gaviota empachada, ebria de migración…
Clara: De nada serviría indagar el significado de tu nombre, origen de otros llantos, pero en virtud a nuestro incólume espíritu científico, seguiremos la trayectoria de una de tus lágrimas. Esa, esa que rodó callada y ahora borronea en la hoja el membrete de la empresa. Esa porción salada de tus ojos que ahora entregas como una ofrenda a quien nunca podrá oírte.
¡Lápida!
¿Cómo dice, Clara? Clara, ¿qué le pasa? ¿Por qué llora?
Clara: En la corrupción de tu cuerpo se resume el destino común de la humanidad, el mordisco de hielo, la media zurcida, el ritmo del agua. ¿Qué zarpazo tenue clausuró tu risa? Mejor no abordar trenes errantes, ni estrechar avariciosas manos, porque hay miles de emblemas, y hay un niño en la calle.
La puerta del armario chilló. Pero eso no basta para que esta historia continúe.
Daniel Martín y Daniel Cacharelli fueron los guionistas más prolíficos del controvertido grupo teatral y cinematográfico El Escupitajo Producciones, activo en la ciudad de Córdoba (Argentina) en los años 80 y 90 del siglo pasado (e inactivo en los que vendrán). El grupo produjo tres películas y numerosas obras de teatro. Su obra literaria en prosa ha sido rescatada recientemente en el libro Demasiado Inútil es Regalar Veneno (Ediciones del Boulevard, 2007), adonde fue originalmente publicado el relato que se publica aquí. Actualmente Daniel Cacharelli ha abandonado la palabra para convertirse en mimo, y Daniel Martín disfruta de las ventajas del suicidio en su exilio estético en Australia. Hemos publicado en Axxón: LA METAMORFOSIS SINTÁCTICA DE LOS TRUENOS, VINE A VERTE PORQUE ME DEJARON EL MENSAJE, NO OLVIDES TRAER TU CORDERO AL SACRIFICIO.
ARGENTINA
Hacía frío esa mañana, cuando Carlos entró al bar y se sentó al lado del ventanal, donde veía cómo la calle se llenaba lentamente de vida. Al fondo, en el lugar más oscuro del bar, había otro cliente tomando algo. Cerca de la entrada estaba la cajera, una pelirroja de cincuenta y tantos, con la amargura pegada a la cara. Y, por supuesto, el mozo. Era enorme y el pequeño moño negro acrecentaba la magnitud de su cuello, por no hablar de su apretada camisa blanca que destacaba la impresionante curvatura de su panza.
Carlos pidió un tostado y un café.
Al rato el mozo volvió a la mesa, pero no traía el desayuno.
Señor, discúlpeme por favor dijo amablemente el hombre de camisa blanca y moño negro pero la señorita que está en el fondo dice que usted la mira en forma desagradable, y éso le impide disfrutar de nuestro exquisito pastel de manzana.
¿Perdón…?
Sí, bueno… eh… verá… aquella señorita… el mozo hizo un ademán en el aire con una de sus gigantescas manos.
¿La pelirroja con cara de malcogida? Carlos era así, poco sutil.
No, no, no… ésa es mi mujer el mozo seguía sin alterar su voz. Yo me estoy refiriendo a la señorita que está sentada en el fondo estaba tan oscuro en ese rincón del bar que Carlos no había distinguido una figura femenina.
Oh, ya veo, dígale a su señora que el rojo no la favorece.
Llevo años diciéndoselo, pero ella insiste en usar esa bendita peluca chillona… pero bueno, no nos vayamos de tema. La señorita en cuestión me manda a pedirle si tendría usted la amabilidad de sentarse en otra mesa, con tal de no cruzarse con sus ojos, o de lo contrario, tendrá que retirarse del recinto.
¿¡Retirarme!? ¡…pero ni siquiera la estoy mirando!
Vamos, caballero, comprenda… la situación es un tanto delicada, esa señorita es la nieta del concejal, nuestro cliente más antiguo, una persona de gran influencia en la zona, que ha hecho grandes cosas por nuestro barrio el mozo se notaba profundamente emocionado al relatarle todo esto a Carlos. Durante años, sus familiares y él mismo en persona han disfrutado del pastel de manzana, nuestra especialidad. Sería un insulto a la memoria de tan ilustre personaje ocasionarle un disgusto a alguien de su misma sangre ¿no cree? hizo una pausa y recuperó su tono de voz normal. Además, si usted accede de buena manera, no tendrá que pagarme el suculento desayuno que está por disfrutar… la casa invita.
Un amigo le había hablado de este bar, le había hablado muy mal, pero Carlos es de esos que sólo se fían de las impresiones personales, y se trasladó rápidamente con sus cosas a otra mesa, dándole la espalda a quien quiera que estuviese en el fondo.
Si bien el desayuno no era gran cosa, una comida gratis nunca dejaba de ser una oferta tentadora, y no tenía mucho que hacer hasta encontrarse en la esquina de enfrente con su amigo, el que le había hablando tan mal de ese bar. Y como había llegado una hora antes, sin haber probado bocado, la perspectiva de quedarse parado chupando frío no le parecía para nada razonable.
Carlos se consideraba a sí mismo como un tipo muy razonable.
Señor, discúlpeme.
Carlos torció su cabeza hacia el inmenso hombre de apretada camisa blanca, pero antes de que pudiera completar el giro, éste le estrelló una de sus gigantescas manos sobre el desprevenido rostro. Un tremendo cachetazo que tomó por sorpresa a Carlos.
La señorita me dice que su nuca le resulta asquerosamente repugnante, y que su presencia aquí es, en el mejor de los casos, inaceptable dijo, inmutable, el inmenso hombre elegante.
¿¡Y ella lo mandó a golpearme!? protestó Carlos, mientras el calor le palpitaba en la mejilla izquierda.
No, no, no… éso va de parte de mi mujer que me dijo que usted en un reverendo maleducado por meterse en asuntos ajenos… y por aceptar un mísero desayuno como soborno.
Totalmente aturdido, Carlos se incorporó como pudo y enfiló hacia la mesa del fondo, donde la señorita degustaba su enorme pastel de manzana: quería ver de frente a esa caprichosa criatura, pero apenas dio unos pasos, la niña comenzó a chillar como un animal herido. El mozo lo detuvo en seco, le propinó unos cuatro cachetazos consecutivos más, y sujetándolo fuertemente de su brazo derecho, lo lanzó a través de la entrada del bar. Rodó un poco sobre la vereda congelada, y ahí apareció Mauro, su amigo difamador de bares.
¡Sos un pelotudo! Te dije que nunca te metieras en este bar, no sé para qué quedamos en encontrarnos acá dijo Mauro en su tono habitual, él, al igual que Carlos, tampoco era sutil.
La amargada malcogida de peluca roja trabó la puerta de entrada con llave. La nieta del concejal ya no parecía emitir sonido alguno, y todo empezó a hacerse más oscuro dentro del bar.
Vámonos de acá Carlos siguió el consejo de su amigo, enfilaron juntos por la primera esquina que encontraron en esa fría mañana urbana y se alejaron lo más posible del lugar.
Seguramente, un tipo tan razonable como Carlos, nunca más vuelva a pisar un bar en su vida.
Gabriel Álvarez nació en 1973 en Morón, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Estudió en la Universidad del Cine, y después trabajó un poco en cine y publicidad, y mucho en televisión. Colaboró con el fanzine chileno Fobos y los portales www.quintadimension.com, www.cineismo.com, y www.mabuse.com.ar, entre otros. Fue redactor publicitario de las señales de cable Space, Europa Europa, I-Sat, Venus y Playboy TV. En 2004 ganó un Lápiz de Oro por la Campaña «Venus, 10 años en tu cabeza». Es miembro fundador de la página sobre cómics www.calabozodelandroide.cl y el año pasado fue jurado en la sección de cortometrajes del IX Festival Buenos Aires Rojo Sangre. Hemos publicado en Axxón: LOS ANCIANOS TENÍAN RAZÓN, SÓLO POR ELLA, TESTA.
Axxón 203 – diciembre de 2009
Cuentos de autores varios (Cuento : Fantástico : Ciencia Ficción : Fantasía : Temas diversos : Internacional).
Ilustrado por SBA