Revista Axxón » «La voz de Quaremyr», Néstor Darío Figueiras, Laura Ponce - página principal

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AXXÓN!
  
 



 

 

Argentina  ARGENTINA
Cuando las aves rojas
vuelen hacia el sol naciente,
ebrias de sangre y luz,
el gran Quaremyr develará el secreto
que se esconde en el viento.
Iagrax
Quien haya pasado la noche en vela
entre los riscos de Jynwutassa
y alcance a ver cómo la tierra, hastiada de oscuridad,
pare un sol enfermo;
Iagrax
quien haya vencido el terror nocturno
y brinde su sangre a los pájaros sedientos,
y aún tenga fuerzas,
escuchará la voz del gran Quaremyr
y sabrá dónde está el Atrio de los Nacientes Moribundos
(Cántico de los Noctívagos de Quaremyr, Uhsné 1, versos 1 al 5)

Leyenda primera del ciclo de Uhsné

Una nena llamada Mara llegó a Jynwutassa antes del amanecer y se sentó entre las rocas para llorar sin consuelo.

Ampliación

Ilustración: Pedro Bel

El más madrugador de los colibríes-vampiro la vio y se lanzó sobre ella. Pero desistió al descubrir su tristeza. Le habló, mientras revoloteaba frente a su cara redonda y sucia:

—Si deseas escuchar el aullido del viento matutino, para lo cual antes deberás dejar que beba tu sangre (y estoy muy hambriento), y suponiendo que hayas pasado la noche entre las rocas, habiendo vencido el terror nocturno, entonces tendrías que estar alegre de verme. Pero si no deseas escuchar el sonido del viento, para lo cual antes debes darme tu sangre (y ya te dije que estoy famélico), y si no pasaste la noche junto a las piedras porque no dominas el temor a las tinieblas, entonces no tendrías que estar aquí. Por eso tu llanto es incomprensible.

La voz aflautada del ave sobresaltó a la niña. Ella levantó la cabeza.

—¿Quién eres?

—No tengo nombre. Los pájaros no necesitamos nombres porque viajamos en bandadas. Es una gran ventaja no poder ser individualizado. Pero si quieres, me inventaré uno. Podría ser Suk. Si, Suk me gusta. Y tú eres…

—Mara.

—Todavía no me dices por qué lloras, Mara.

—No me preguntaste, Suk.

—Si lo hice: pregunté sin interrogarte. Las aves no podemos interrogar.

—Ah.

—Entonces…

—¿Entonces qué?

—¡El motivo de tu llanto, por Quaremyr!

—Los wums nos atacaron y se llevaron a mis padres. No sé como volver a Buenaventura. Estoy perdida. ¿Podrías ayudarme, Suk?

—Si quieres oír los aullidos del viento, para lo cual antes debes saciarme con tu sangre, siempre y cuando hayas dormido entre los riscos y hayas logrado imponerte al miedo nocturnal, entonces podría ayudarte. Sugiero que me dejes entrar en algún orificio de tu cuerpo para evitar la consabida herida en el cuello, que suele ser muy dolorosa.

Si no hubiera tenido una lengua tan larga y un pico tan estrecho, el colibrí se habría relamido. La niña se incorporó de un salto.

—¡No! —chilló— Y comenzó a lanzar furiosos manotazos hacia el desprevenido colibrí, que a duras penas logró escapar del aluvión.

—¡No lo haré, está bien! ¡Por Quaremyr! Cuéntame qué clase de ayuda necesitas.

—¡Quiero encontrar a mis padres! ¿Qué esperabas?

—Chuparte la sangre.

—¿No piensas en otra cosa?

—No veo por qué debería hacerlo. Soy un colibrí-vampiro de plumas rojas. Los peregrinos vienen a mí, aquellos que buscan el Atrio. Se entregan gustosamente a mis picaduras una y otra vez hasta que quedan exánimes, implorando sobrevivir para contemplar el amanecer. ¡Deberías vernos cuando caemos en bandada sobre ellos!

Mara comenzó a llorar de nuevo. Su cara pecosa y el llanto angustioso hicieron que el colibrí se dominara. El resto de la bandada todavía no había despertado y por eso el ave se atrevió a cometer un sacrilegio.

—No llores más, Mara. Te ayudaré a encontrar a tus padres.

—¿Cómo?

—Iremos al Atrio. ¿Dónde más podrían estar si fueron capturados por los wums?

Suk comenzó a volar hacia el oriente. Se detenía de a ratos para no dejar atrás a la niña, manteniéndose suspendido entre los dos borrones rojizos que eran sus alas.

El amanecer en Luzúr carece de hermosura. La luz va asomando con pereza —como si la oscuridad intentara diluirse en un cuenco de leche, pero sin conseguirlo del todo—, e incluso permanece enturbiada en plena mañana. Esos jirones ondulantes de tonos pálidos nunca irrumpen. Aunque la impresión inicial sugiere que serán irradiados en un estallido de color, apenas terminan sedimentando sobre el horizonte. Con gran esfuerzo, el pequeño sol de Luzúr logra imponerse en ese cielo carente de contrastes, un cielo impotente, incapaz de exaltarlo a uno con una gloria diáfana.

Aunque no conocía la ubicación del Atrio de los Nacientes Moribundos, Suk guió a Mara bajo el resplandor lechoso que trepaba por el cielo. El colibrí era consciente de su pecado, pero la fascinación que le producía esa niña humana no sólo era más fuerte que el instinto vampírico, sino que también pudo con su temor.

El viento comenzó a soplar. Debilitado por el hambre, Suk se elevó, tratando de no ser arrastrado por las fuertes ráfagas que barrían el polvo de Jynwutassa. Entonces supo dónde se hallaba el lugar tan ansiado por los peregrinos: la voz de Quaremyr golpeó a Suk un instante antes que el vendaval.

Los despeñaderos de Jynwutassa crujieron:

—¡Herejía! ¡Herejía!

Cuando el colibrí cayó, las rocas cambiaron los rezongos por carcajadas agrietadas. Mara corrió hacia la bola de plumas rojas que yacía en la grava.

—¡Suk! —gritó, creyendo que la única esperanza de encontrar a sus padres había muerto—. ¡Suk! ¿Estás bien?

El pájaro apenas movió la cabeza, pequeña como la yema de un pulgar.

—El Atrio de los Nacientes Moribundos se halla detrás de esa roca que tiene forma de un cráneo de wum: allí tienen que estar tus padres —dijo Suk. La vida se le escapaba del cuerpo.

La niña se arrodilló junto al ave.

—¡No te mueras, Suk! —suplicó, y le ofreció su cuello.

Impulsivamente, el colibrí-vampiro clavó su pico. Mara confundió su gemido con el sonido de la carne perforada —un susurro atronador—. Se estremeció ante la voracidad del colibrí. Su sangre goteó sobre la arenisca y brilló bajo la lánguida luz del sol, un matiz contundente que se volvía impúdico en ese paisaje. A medida que sus venas iban siendo drenadas, su cuerpo de púber vibró por una oleada de emociones desconocidas, tan intensas que se olvidó de sus padres.

Suk succionó muy despacio y dejó que la lenta explosión de placer colmara las fibras de la niña. Nunca había sentido algo como eso. ¿Acaso era su inocencia lo que lo había perturbado? ¿O lo había trastornado la voz de Quaremyr? No lo sabía. Pero tampoco le importaba, porque la sangre de Mara era un elixir que, además de devolverle la vida, también lo iniciaba en un sinfín de sensaciones ajenas al impulso sórdido que lo había guiado hasta ese momento.

La niña perdida y el ave hereje se enamoraron, enredándose en un juego sensual que duró todo el día. Suk exploró el cuerpo de Mara a su antojo, picando, sorbiendo y devolviendo el rojo fluido a los vasos aguijoneados, a fin de prolongar el goce que ambos sentían.

Los promontorios rechinaron:

—¡Milagro! ¡Milagro!

La naturaleza de ambos cambió. En el ocaso descubrieron que no querían, que no podían separarse nunca más. Permanecieron despiertos entre las piedras, durante toda la noche, y cruzaron el Atrio al amanecer. Al estar provistos de humores mezclados, traspasaron el umbral siendo simbiontes. Como su insólita condición hizo que no murieran, tampoco resucitaron, desafiando al gran Quaremyr. Juntos, vislumbraron pasado, presente y futuro de forma simultánea, y así se transformaron en una deidad compuesta, abrazados por la eternidad.

Entonces el pedregal de Jynwutassa chilló con áspera incredulidad:

—¡Paradoja! ¡Paradoja!


NOTA DEL TRADUCTOR:

Los Noctívagos se cuidan de utilizar el término “amor” para referirse al vínculo existente entre sus venerados Mara y Suk, y reprueban a quienes así lo hacen, calificándolos como “ignorantes”, en el mejor de los casos. Ellos definen la relación de ambos semidioses como una “simbiosis pasional”. Aseguran que el amor es un sentimiento que no alcanza a abarcar todas las sutilezas del lazo fisiológico y espiritual que hay entre la niña humana y el colibrí-vampiro.

Pero creemos que detenerse en esta inútil disputa nos distrae de una cuestión más importante, que no debe pasar inadvertida. Nos referimos a la candidez con la que los siglos han ocultado los rasgos visiblemente perversos de este mito, transformándolo en un cuento para niños. La ‘adaptación’ de leyendas tradicionales es algo que ocurre con frecuencia en las civilizaciones altamente tecnificadas que colonizan mundos habitados por sociedades primitivas, especialmente en las colonias que no llegan a convertirse en centros neurálgicos de las rutas más o menos conocidas. Éstas suelen mixturar sus costumbres y creencias con la cultura local: un sincretismo casi inevitable.

Se sabe que los wumstrilianos (o wums, como se los llama habitualmente) descienden del primer grupo de colonos enviado a Luzúr. Ellos, al toparse con la vida inteligente nativa, eligieron el camino de las mutaciones inducidas para adaptarse a los rigores del planeta. Eso explica la enorme profusión de extrañas pinturas halladas en las cuevas de Jynwutassa, en Kammar, y en otros parajes cercanos a las Montañas de los Murmullos; vestigios que nunca han sido hallados en Bahía Buenaventura. Es bien conocida la hostilidad de los wums hacia los nuevos colonos, quienes llegaron décadas más tarde y se negaron a someterse al Ajuste. Este desprecio está basado en la firme creencia wum respecto de su condición de ‘seres superiores’, la cual, según sostienen, es alcanzada a través de las mutaciones.

En los todos los feudos de Wumstrilia encontramos numerosas imágenes de la niña de cabellera encrespada llevando al colibrí rojo sobre su hombro. Mara y Suk son patronos de los desaparecidos y los enamorados, y es costumbre que los wums les dediquen sus hijos, a fin de obtener protección sobre ellos. Para muchos, el culto a esta divinidad simbiótica se ha convertido en una inocente costumbre con rasgos folclóricos, pero se sabe que aún cuenta con muchos fieles. Bajo el nombre de “Noctívagos de Quaremyr”, se agrupan en sectas según su grado de compromiso. Los más conocidos son los Puristas, que alcanzaron notoriedad a principios del milenio, cuando se supo de su retiro masivo a la altiplanicie de Kammar. Aparentemente, aún hoy sus miembros se someten a terapias morfogenéticas con el propósito de hibridar sus genes con los de pájaros hematófagos y otras criaturas del desierto, para exacerbar de este modo sus cualidades no humanas. Se rigen por la máxima de Ushné: “Adáptate o perece. Herejía, milagro o paradoja, cualquier medio es válido para el Ajuste”.


Néstor Darío Figueiras, (Buenos Aires, 18 de noviembre de 1973), es un escritor, músico, productor musical e ilustrador aficionado argentino. Su producción literaria se enmarca principalmente dentro del género de la ciencia ficción, aunque también ha escrito obras de terror y fantasía.

Sus cuentos pueden leerse en algunas de las más prestigiosas publicaciones digitales dedicadas a la ciencia ficción, la fantasía y el terror: Necronomicrón, Axxón, NGC 3660, NM, Aurora Bitzine, Alfa Eridiani, miNatura, Crónicas de la Forja, Papirando; así como en varias publicaciones en papel: Ópera galáctica, Sensación!, Présences d’esprits, Próxima, Galaktika, entre otras. Editorial Dunken publicó en su antología 2005 “Los rostros y las tramas” su minicuento “La caverna”. También ha sido seleccionado su relato “Bendita” para formar parte de la antología de autores argentinos contemporáneos de ciencia ficción que ha publicado la revista virtual Alfa-Eridiani. Asimismo se desempeñó como coeditor de Crónicas de la Forja,​ publicación virtual del Taller literario Forjadores, del cual fue colaborador. Varios de sus relatos han sido traducidos al francés, al catalán, al italiano, al húngaro y al griego. Y ha publicado dos libros de cuentos a la fecha: «El cerrojo del mundo está en Butteler» (Editorial Textos Intrusos, 2016) y «Capricho #43» (Peces de Ciudad Ediciones, 2017).

Como curiosidad podemos citarlo afirmando que algunas de las creaciones del Hacedor de estrellas de Stapledon son universos musicales. Ya veremos qué razones lo asisten para afirmar tal cosa.

Ha publicado en Axxón; en Ficciones: «RUMORES» EN «FICCIÓN BREVE (9)» (nº 151), «046 – FUGITIVO» EN «ESPECIAL AXXÓN 100X100 – PRIMERA SERIE» (nº 168), «47 – HASTÍO» EN «CUENTA REGRESIVA (II)» (nº 180), «56 – ABUSO DE LOS FX EN EL CINE EXTRANJERO» EN «CUENTA REGRESIVA (II)» (nº 180), DREAMTHEATRE (nº 185), REALITY (nº 187), MISIÓN DIPLOMÁTICA (nº 192), «LA HECHICERA Y EL GUERRERO» EN «FICCIÓN BREVE (CINCUENTA)» (nº 199), «ALBERGUE TRANSITORIO» EN «FICCIÓN BREVE (CINCUENTA Y CINCO)» (nº 204), «LA INUTILIDAD DE LA PROSPECTIVA» EN «FICCIÓN BREVE (SESENTA Y NUEVE)» (nº 236), «REPORTE» EN «FICCIÓN BREVE (SESENTA Y NUEVE)» (nº 236), PLAYLIST (nº 285), ŽELVA (nº 285), EN EL MUSEO DE LOS SUEÑOS VERDADEROS (nº 285), LA CIMA (2030) (nº 297), EL PRESTE DE AZTALUME (nº 301), LOS CÍRCULOS DE PONIENTE (nº 302).

Laura Ponce (Buenos Aires, 1972) es escritora, editora y gestora cultural. Cuentos suyos han aparecido en revistas y antologías de Argentina, Cuba, España, Uruguay, Chile, Perú y Colombia. Ha sido traducida al francés y al inglés. Formó parte del equipo de dirección editorial de Axxón, la primera revista digital en habla hispana. Desde 2009 dirige Revista Próxima y Ediciones Ayarmanot, dedicados a la ciencia ficción y el género fantástico escritos en castellano. Da talleres, cursos y charlas sobre narrativa, lectura y escritura del género. Coordinó Ediciones Ayamanot Presenta, ciclo de lecturas y música. Organiza las Tertulias de Ciencia Ficción y Fantasía de Buenos Aires. Participa en la organización de Pórtico, Encuentro de ciencia ficción, que aúna las características de un evento académico con actividades dedicadas al fandom. Tuvo una columna mensual en el sitio de Amazing Stories y participó del programa de radio Contragolpe con una columna semanal. Forma parte de Proyecto Synco, Observatorio de tecnología, ciencia ficción y futuros, que indaga sobre las lecturas políticas que permite el género. Su libro de cuentos Cosmografía profunda se publicó en España y Argentina (La máquina que hace Ping, 2018; Ayarmanot, 2020).

Ha publicado en Axxón; en Ficciones: «ROMPIENDO EL SILENCIO» EN «FICCIÓN BREVE (7)» (nº 150), EN EL BORDE DEL MUNDO (nº 156), LA LEALTAD (nº 161), «BAJO UN CIELO ESTRELLADO» EN «FICCIÓN BREVE (27)» (nº 163), AVATAR (nº 190), PRESAGIOS (nº 276), SIDGRID (nº 281).; en Urbys: LA TIENDA DEL CARTAGINÉS, EL HOSTAL DE LA SEÑORITA SEVRENKO, URBYS MULTIPLEX.

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